Recuerdo cuando era un niño de unos 10 años, más o menos, asistí a una "misión popular" y cuando llegó el momento de las confesiones me fui a confesar con uno de los padres atravesando toda la iglesia y salí de alli tan contento que , cuando regresé a mi banco, me parecía que iba flotando por el aire, que no pesaba nada . Fue una experiencia de la misericordia de Dios que me quedó para toda la vida.
Nuestro arzobispo, en la Vigilia de la Inmaculada nos invita a la Confesión con estas hermosas y experimentadas palabras:
"Te invito a recibir el sacramento de la Penitencia.
Ve en el ministro de este sacramento al mismo Jesucristo que dejando las noventa y nueve ovejas en el redil, va en busca de la descarriada, acercándose a nuestros escabrosos abismos.
Con ánimo sincero presenta a Dios tus pecados y experimentarás que el Espíritu Santo te llena de alegría y de paz.
¿Tienes algún sufrimiento? Confiésate.
¿estás cansado o agobiado? acercate a la cruz.
¿tienes heridas en el corazón? déjate liberar..."