viernes, 22 de marzo de 2013

PEREGRINACIÓN A TARRAGONA


La parroquia de San Miguel dos Agros de Santiago está organizando una peregrinación a Tarragona para asistir a la beatificación de 500 mártires del año 1936 en España.
Iglesia de San Miguel en donde fue bautizado
Fernando Olmedo

Parece ser que es la beatificación más numerosa de la historia, que tendrá lugar en la ciudad de Tarragona y así  conectar con los primeros mártires Fructuoso y  sus dos diáconos Eulogio y Augurio

Se beatifica en esta ocasión   un capuchino, Fernando Olmedo, que fue  vecino de Santiago y está bautizado en  la parroquia que S. Miguel dos Agros, como consta en una placa a la entrada de la iglesia y que también  fue mártir en el 36.

La peregrinación, en autobús,  será del 11 al 14 de octubre.
 Está en proyecto pasar también por Arévalo en donde hay una exposición  “CREO” organizada por las Edades del Hombre
Los que quieran ir pueden llamar al tl. 630 713  682


 A  continuación pongo algo que se ha publicado sobre la vida del P. Fernando Olmedo para conocer su historia santa y para encomendarnos a él.

SIERVO DE DIOS
M. R. P. FERNANDO DE SANTIAGO

I
Nacimiento, padres y hermanos-El bachillerato-Face­ta edificante.- Carrera mayor- La borla del doctorado.
En la ciudad de Santiago de Compostela, emporio de ciencia y de piedad, apareció el primer fruto de un matrimonio ejemplar, llamado él don Fernando Olmedo Ortega y ella, doña Elisa Reguera Estévez, el día 10 de enero del año 1873, recibiendo a los dos días con la estola de la inocencia el nombre de Fernando. El 15 de marzo de 1875 fue declarado soldado de Cristo mediante el santo sacra­mento de la confirmación. (Partidas de bautismo y confirmación.) El recién nacido reunió en su naturaleza la seriedad y firmeza cas­tellana, la alegría asturiana y la dulzura gallega, ya que su padre fue natural de Geria (Valladolid); sus abuelos paternos, de Valla­dolid y Geria, respectivamente; su madre, de Pontevedra, y los abuelos maternos, él de Cangas de Tineo y ella de Pontevedra. De esta benéfica mezcla dará pruebas inequívocas y edificantes durante toda su vida.

Bendijo el Señor el feliz matrimonio con nueve simpáticos retoños, cuatro de los cuales fueron en tierna edad arrancados del erial de la tierra para trasplantarlos a los fecundos cármenes de la gloria. Los que sobrevivieron se llamaron: Fernando (padre Fernando), María del Rosario, Mariano, Leandro, muerto en accidente de auto­móvil, y José. Fuera del padre Fernando, todos contrajeron honesto matrimonio. Al escribir estas líneas sólo vive don José, el ahijado y niño mimado del padre Fernando, y quien nos ha proporcionado abundantes datos y gran número de interesantes y densas cartas del siervo de Dios, para llenar cumplidamente el objeto acariciado.

 «Mis padres, escribe don José, eran y procedían de familias profundamente cristianas e inculcaron a sus hijos los principios básicas de la religión católica, educándonos siempre dentro de la más estricta moral y de los deberes religiosos. Fernando fue el hermano mayor..., y tengo la impresión de que mis padres la miraban como hijo predilecto, no sólo por ser el mayor de todos y haber demos­trado desde muy joven una inteligencia precoz, sino también por su docilidad, su aplicación a los estudios, sus, buenos sentimientos y su religiosidad.» (José Olmedo.)

Durante su vida de seglar, según él escribirá más tarde, ya reli­gioso, no sólo no dio ningún disgusto a sus padres, sino que éstos se sentían orgullosos y satisfechos de tener un hijo tan bueno y apli­cado. Con sus hermanos fue siempre cariñoso, prodigándoles conse­jos y dándoles buen ejemplo en todos los actos de su vida; y a pesar de seguir carrera mayor, y los otros hermanos no pasar del bachi­llerato, dedicados después al comercio de su padre, nunca discrepó del modo de pensar de ellos ni sintió la más leve vanidad por su carrera, sino que vivió siempre muy unido y compenetrado con todos.

«Estudiaba el siervo de Dios tercer año de bachillerato, y como por la mañana entre clase y clase mediaba el tiempo necesario para oír una misa, Fernando y otros dos estudiantes aprovechaban la coyuntura y todos los días se dirigían a la parroquia de Salomé para asistir al divino Sacrificio. Enterados otros condiscípulos, cier­tamente menos devotos, fueron a su encuentro, acercáronse a la puerta de la iglesia, formaron con sus brazos una especie de arco para que por debajo pasaran los tres estudiantes ejemplares, ento­nando al mismo tiempo cánticos en tono de difuntos, repitiendo la faena varios días consecutivos. Uno de los asistentes a la santa misa se acobardó y no volvió más desde la primera burla. Pero el otro y Fernando continuaron tranquilamente asistiendo, hasta que se can­saron los indevotos burlones y los dejaron en paz.» (Antonio Elei­cegui.)
 DE UN LIBRO ESCRITO POR EL  P. CRISÓSTOTMO DE BUSTAMANTE


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