Allí la gente era muy pobre, aunque tenían lo suficiente para ir tirando.
El sacerdote vivía con una familia y a duras penas les podía
pagar la mensualidad, pues aparte de
ganar poco, era muy dadivoso y al final del mes había poca liquidez. Él se
fiaba de la Providencia y ésta no le fallaba. Siempre terminaba pagando.
Su cena era un baso
de leche. Luego se iba a la iglesia parroquial que no estaba lejos. Allí estaba
todo el rato en oración, pero cada día que pasaba estaba más tiempo y por tanto
salía para casa más tarde. Llegó un momento que ya no volvía a casa a las 12 de la noche,
según su costumbre, sino a la una o a la una y media de la madrugada.
Alguno se tropezó con él a esas horas un tanto intempestivas
y le preguntó cómo salía tan tarde del templo. El sacerdote se puso a contarle
que cada día el tiempo de estar con el
Señor se le iba sin darse cuenta.
Durante el día solía visitar enfermos y de ellos aprendía
mucho y veía en ellos a Cristo mismo que
sufre. También recorría las calles de la parroquia un día una calle y otro día otra.
Se encontraba con los que
iban poco a la Iglesia y les saludaba con alegría de verles y hablaba un rato
con ellos, muchas veces de lo mucho que Dios nos ama.
Naturalmente no faltaba la catequesis en aquella parroquia y
también era fácil confesarse pues se sentaba con frecuencia en el confesonario.
Así pasó tiempo y los feligreses pensaban con razón que en
aquellas horas de soledad, mano a mano con el Señor, seguramente le estaría
hablando de ellos, quizá con nombres y
apellidos, pues los conocía a todos.
Un día comprobaron que no había ido a la iglesia como era su
costumbre y quedaron muy sorprendidos. Se decidieron ir a su casa a ver qué pasaba. Cuando llegaron
fueron a su habitación, vieron el vaso de leche encima de la mesa y, a él, sentado en la silla y muerto.
Al día siguiente fue
el entierro. Se llenó la iglesia de
gente y también un buen grupo de jóvenes. Todos rezaban, pero, los jóvenes,
lloraban. No había hecho muchas actividades con ellos, pero les ayudó con su
afecto y con su oración ante el sagrario
y los efectos de esa oración se vieron.
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