Dando un retiro
Estaba dando un retiro a sacerdotes en una de las zonas más
montañosas de la Diócesis, por algo le llaman Tierra de Montes, y aun casi no había empezado con la meditación, cuando le sonó el teléfono a uno de los
sacerdotes que estaba allí. Salió fuera del local en donde estábamos y al poco
rato regresó. Interrumpió la meditación y dijo que uno de los sacerdotes de la
zona (dijo el nombre), un señor anciano, había sido ingresado en el hospital y
estaba en la UCI. Él se iba a visitarlo. No lo pensó dos veces. Alguien le
comentó que era una buena idea pues lo que se haría por un hermano hay que
hacerlo por un compañero que también es hermano.
Me gustó mucho la
pronta determinación de acercarse a verlo. No sabíamos si realmente era
necesario, pero en caso de duda hay que acudir con prontitud y ofrecerse a
ayudar, sobre todo espiritualmente.
Al cabo de dos horas llegó de vuelta trayendo la noticia de
que iba mejor y que pronto lo llevarían a la planta.
Este sacerdote enfermo es muy querido pues aparte de ser mayor es muy de comunión con los demás. Tengo visto en
una ocasión que no pudo ir al retiro sin embargo tuvo el detalle de acercarse a
la hora de la comida a saludar a todos que estábamos esperando para comer.
De reaccionar rápido nunca nos arrepentiremos, en cambio, el
posponer una gestión tiene el riesgo que
lleguemos tarde, o de olvidarnos y no ir. En estos casos hay que decir que
cualquier hora es buena para llamar y avisar a quien corresponda de la
situación de un enfermo. Al mismo
tiempo, es una prueba de confianza
cuando nos llaman.
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