Ayer tuve una caída en la acera. Fue tropezar y caer de un modo instantáneo.
Enseguida llegó un joven que me conocía y me levantó y dos señoras se acercaron
a limpiarme la sangre. Pronto llamaron a la ambulancia que me condujo al hospital en donde fui muy bien
atendido.
No fue mucho y según alguien que me llamó por teléfono fue
una caricia de Dios. Cuando ocurre esto,
además de sufrir con Cristo y completar
su pasión salvadora, uno se acuerda más
de Dios y se consuela con Él.
tomado de internet. |
Aprendí de esta circunstancia que hay un
buen resto de solidaridad en la gente. Comentándolo con un vecino me
dijo lo mismo. Al menos en esta ciudad de Santiago si caes, te levantan, y te
ayudan. Es de agradecer.
Me dieron dos días de descanso, sin leer, sin ver la
Televisión y sin oír la radio. No lo cumplí a rajatabla pero sí bastante. Con este
motivo me enteré de otros muchos que también habían caído y con diverso pronóstico.
Hay que andar con cuidado desde luego y ver en donde pisas.
Esto, trasladado a la vida espiritual, también tiene su
moraleja. Si alguien cae en la vida espiritual, hay que ayudarle, es lo normal.
Y a veces no basta con que sea uno el
que se le acerca a echarle una mano, quizá vengan bien dos o más. No debemos dejar
a alguien tirado pensando que ya se las arreglará. Cuando uno está caído le
faltan fuerzas.
Y luego también hay
que pensar que se puede pecar cuando
menos lo pensamos y ofender a Dios, por eso hay que tomar medidas parecidas
para aquel que no quiere caer. Ver por
donde va, estar atento a los peligros y no correr riesgos innecesarios.
Muy buena moraleja, le agradezco que la comparta y le deseo una pronta recuperación.
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