sábado, 18 de julio de 2015

Emilio Lojo Aller, bueno y fiel



Emilio Lojo, preparado para la S. Misa


D. Emilio procedía de una familia cristiana y numerosa. Nació en Cambados  en el año 1936. Se ordenó de sacerdote en el año 1959. Falleció el Sábado 18 de Julio de 2015 en la Casa Sacerdotal de Santiago de Compostela, después de haber recibido los Santos Sacramentos partió hacia la Casa del Padre con una serenidad y paz reflejada en su rostro.

Esos dos adjetivos, bueno y fiel, le iban a D. Emilio. Tenía muy buen carácter, era afable y cordial, y, si había contrariedades las resolvía en la oración y en la dirección espiritual,  como todo cristiano suele hacer.

 Durante la enfermedad se le veía sereno, con una sonrisa para todos los que le visitaban y estaba siempre con el rosario en la mano.

Una de las veces que le vi, durante su enfermedad, estaba  sentado en cama y con el rosario en la mano,  como siempre. Le dije que iba a una reunión de sacerdotes y que la encomendara. Lo prometió hacer y me despidió diciendo, vete con amor.

Fue fiel a su sacerdocio, trabajando por el Reino de Dios hasta el último instante. Fue fiel a su obispo a quien quería y por quien rezaba y a él daba cuenta  de sus preocupaciones y de la labor pastoral. También  estaba unido al presbiterio diocesano con el que procuraba colaborar.
Fue fiel a la asociación sacerdotal de la Santa Cruz que ,como otras parecidas para el bien espiritual de los sacerdotes, está  recomendada por el concilio Vaticano II y  por el  Código de Derecho canónico. No faltaba a ningún medio de formación como clases o convivencias,  que le mantenían  despierto para la pastoral diaria y apostolado. Así mismo participaba en los medios ascéticos recomendados por el Obispo como p.e. retiros.
Primera foto de la iglesia

Tiene el mérito, a mi modo de ver,  de haber sacado adelante, en el plazo corto de un año, la magnífica iglesia de S. Juan Apóstol en  el barrio de Vite. Ha conseguido un templo acogedor, devoto, cómodo y con una capacidad para 400 personas sentadas. Con  buena acústica y todo lo demás necesario para un templo digno y moderno.
En la despedida de S. Juan
Ante el visible descenso de confesiones, apreciado  en todas las parroquias, tuvo la preocupación de insistir en los beneficios de la confesión frecuente y procuró dar oportunidad para poder reconciliarse con Dios lo mismo ofreciéndose él,  como llamando a otros sacerdotes que colaboraban en esta pastoral de la confesión.
Llevó,  gracias a Dios, muy bien la enfermedad con paz y serenidad, sin quejarse y sin darle  mayor importancia. Recibió con tiempo la Unción de enfermos y desde luego la comunión diaria que recibía con amor.
Fue un sacerdote culto, había hecho estudios de Filosofía y letras,  además de los estudios eclesiásticos que sacó adelante con profundidad.

Era un gran lector de libros “gordos” que leía con gran afición y luego comentaba con los amigos.
Estuvo de profesor en el Seminario Menor y luego pasó muchos años en la parroquia de S. Juan de donde era párroco  emérito. Aun jubilado,  atendió por un tiempo la capellanía de las madres carmelitas de Santiago.



Su deporte era el paseo por el rural,  que practicó muchos domingos por la tarde,  recorriendo, con  algún amigo,  varios  quilómetros a pie por medio  de campos y bosques de las cercanías de Santiago.
 En esos paseos tenía mucha y amena  conversación,  en donde afloraba su buena cultura.







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