Obra de misericordia espiritual. La primera. El ponerla en
primer lugar puede significar la importancia que le quiere dar el catecismo.
Toda la vida de Jesús fue una enseñanza con los hechos y con las palabras. Todo lo que
está escrito en el Evangelio está escrito por algo y da mucho
para aprender durante toda la vida.
Ya desde el principio los apóstoles y los primeros
cristianos enseñaron con la predicación y los escritos y desde luego con su
entrega total al Reino de Dios hasta el martirio. A lo largo de toda la
historia de la Iglesia hasta nuestros días, se siguió con la misma pauta.
Hay instituciones de la Iglesia dedicadas a enseñar, no
sólo universidades y diversos tipos de
colegios sino otras muchas iniciativas para capacitar a la gente según sus necesidades. Pero no es
esto en lo que me quería parar, sino en la
enseñanza individual, de un padre, una madre, un amigo o vecino. Toda la
Iglesia ha de enseñar. Pondré varios ejemplos.
Recuerdo cuando tenía unos 6 años que mi padre, estando en
la cocina esperando la cena, me preguntó si
sabía lo que era la circuncisión.
Yo no lo sabía, aunque lo había oído por las fiestas de la Navidad cuando se hablaba de la circuncisión
del Niño. Mi padre me lo explicó con toda naturalidad y me quedó entendido y grabado para toda la vida.
También recuerdo a un viejo sacerdote que me explicó como el
agua bendita no se corrompe gracias a la bendición, cosa que nunca vi escrita,
pero que llevo experimentado que es verdad. Otras aguas, en cambio, se corrompen con el tiempo.
Otro amigo me explicó lo que era la vibración apostólica y
lo hizo con tres monedas. Una sujeta con un dedo en el medio, otra que la golpeaba
sin moverla y una tercera pegada a la sujeta que salía despedida como efecto de
la vibración. Así se contagia, me decía, la vibración apostólica.
También recuerdo a un abuelo con el que estaba de
conversación en una plaza pública y pasó por allí un nieto que dentro de pocos
días iba a hacer la Primera Comunión. El abuelo que se llamaba Vicente lo llamó
y le preguntó ¿sabes a quien recibes en la Comunión? Y sin darle tiempo a contestar
le dijo: Mira, recibes a Dios.
Los niños hacen muchas y a veces difíciles preguntas a las
que hay que responder. Así se forman. Cuando no se sabe, hay una respuesta válida:
no lo sé, pero sé en dónde buscarlo. Ya te lo diré. Y lo hacemos.
Saber el porqué de las cosas que hacemos o el origen de las
palabras explicando su significado, son una buena ocasión para enseñar al que
no sabe. Por ejemplo que significa Biblia o como se llama la tela que cubre el
sagrario y para que se le pone etc.
Hay otras muchas
cosas que enseñar: a poner en orden los libros o los armarios, como
quitar manchas, como poner la mesa correctamente, como conseguir que los grifos
estén siempre brillantes…
Muchas cosas se aprenden viéndolas hacer. Aprendí en el santuario de Fátima la devoción
y sinceridad con que rezan los peregrinos portugueses, también me impresionó y
no olvidé la genuflexión bien hecha que
vi hacer a un joven universitario en la parroquia, la naturalidad y el realismo
con que vi a San Josemaría hablar con el
Señor en el sagrario, parecía que lo estaba viendo.
Hay muchos campos en los que podemos enseñar como el manejo
de ordenadores, internet, el manejo de una máquina de fotos y tantas cosas que
son enseñar al que no sabe y que son
pequeñas obras de caridad y amor al prójimo.
Muchos podríais contar
vuestras propias experiencias que seguro son bonitas y variadas. Hay que tener interés por aprender y también
estar deseosos de hacer el bien de enseñar y comunicar nuestras experiencias.
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