Por unas circunstancias providenciales, que no son del caso
contar, me saludó en el Hospital un matrimonio que hacía
mucho que no veía. Me dijeron de donde eran: una aldea perdida en medio de una
llanura, con grandes zonas de cultivos, intercalados con pequeños bosques.
Me acordé que allí tenía un viejo amigo sacerdote que no
sabía nada de él y entonces les pregunté
por él y me informaron perfectamente. Me dieron los datos de donde vivía ya
retirado y cuidado por una familia. En ese momento hice intención de ir a verlo,
pues ya tenía 88 años y podía encontrarse con cierta soledad.
Lareira gallega |
Como no sabía bien el camino puse el GPS, un sábado por la
mañana, y me lancé a ver si lo encontraba.
Fui a parar a una zona que no tenía
nada que ver. Tanto es así que le pregunté a un paisano por el sitio y me dijo, con una expresión castiza gallega que
no se puede reproducir, que era muy complicado explicarlo.
Volví a casa y llamé
a un colega, que vive por esa zona, y me dijo el recorrido detallado que me dio y que fui escribiendo.
Ya el domingo por la tarde, seguí los pasos indicados por mi
amigo y llegué correctamente.
Nos saludamos, el sacerdote mayor y yo, nada más vernos y me pasó a la cocina, a la lareira, que tenía una hermosa
temperatura.
Hablamos largo rato, más de una hora, y me contó bonitas historias de su juventud. Cuando llegó la hora
de despedirnos le pedí que rezara por
los curas y me dijo que todas las noches rezaba
15 padrenuestros por 15 intenciones distintas: por los familiares difuntos, por los
feligreses de todas las parroquias de las que fue responsable, por personas
singulares , el Papa , los curas…etc
Me quedé muy contento de ese detalle tan tierno y ya para terminar le pedí que me diera una
bendición. Quedó como dudoso, pero le dije que los curas bendecimos. Es lo
nuestro. Entonces me dio una bendición sencilla y clásica e hizo la señal de la
Cruz (varias), y luego como de propina me añadió: Sigue los pasos de Jesús y
habla de sus enseñanzas.
Luego me cogió la
mano y me la besó y yo cogí la suya y también
besé aquella mano que tuvo tantas veces el Cuerpo de Jesús y dio tantas maravillosas bendiciones.
No hace falta decir
que marché de allí feliz y contento.
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