Todavía hay aldabones o aldabas en las puertas de algunos
edificios sobre todo antiguos, pero ya quedan menos y son sustituidos por los
prosaicos timbres.
De la palabra aldabón viene otra, el aldabonazo, que se
aplica a la actitud fuerte y decidida del que manda o que quiere llamar la atención,
cueste lo que cueste.
Los aldabones potentes se fueron perdiendo casi todos y
quedan algunos que no merecen ese nombre tan solemne, les falta solidez y
empaque. Echo de menos el aldabón, por su arte, por su consistencia y porque
transmitía los sentimientos del que llamaba.
En nuestro interior también hay puerta aunque no me consta
que tenga aldaba o aldabón. Ahí también Dios se para y llama, si es que
encuentra las puertas cerradas.
A veces también llama con un aldabonazo como por ejemplo una
muerte de un ser querido o una
enfermedad grave como un cáncer.
Es Dios que está llamando fuerte, pues
seguramente no escuchamos o lo que es peor no queremos oír.
Para Dios es mejor
tener la puerta abierta como hacían nuestros padres con la puerta de casa que
cuando nos veían llegar ya la abrían. Si vemos que Dios viene, abramos la puerta cuanto antes y no le hagamos
el feo de que tenga que esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario