En
la parroquia San Cayetano, hemos optado por hablar de la vida de este pequeño
santo, ya que nos puede servir de ejemplo en nuestro caminar cristiano.
San Tarsicio
Mártir de la Eucaristía, siglo III
Patrón de quienes hacen primera comunión y monaguillos
"En
Roma, en la Vía Apia, fue el martirio de San Tarsicio, acólito. Los paganos le
encontraron cuando transportaba el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo y
le preguntaron que llevaba. Tarsicio, no quería arrojar las perlas a los
puercos y se negó a responder; los paganos le apedrearon y apalearon hasta que
exhaló el último suspiro, pero no pudieron encontrar el sacramento de Cristo ni
en sus manos, ni en sus vestidos. Los cristianos recogieron el cuerpo del
mártir y le dieron honrosa sepultura en el cementerio de Calixto".
-Martirologio Romano.
En
un poema, el Papa San Dámaso (siglo IV) cuenta que Tarsicio prefirió una muerte
violenta en manos de una turba, antes que "entregar el Cuerpo del
Señor". Lo compara con San Esteban, que murió apedreado por su testimonio
de Cristo.
El
hecho del martirio de San Tarsicio es histórico, pero no consta que fuese niño
acólito como dicen algunos. Normalmente son los sacerdotes o diáconos los que
llevan la Eucaristía a los que no pueden ir a la Santa Misa y la referencia a
San Esteban hace pensar que Tarsicio fuese diácono. Pero la Iglesia puede
confiar la Eucaristía a un laico en caso de verdadera necesidad.
Según
la tradición al joven Tarsicio se le confió llevar la comunión a algunos
cristianos que estaban prisioneros, durante la persecución de Valeriano.
El
santo fue sepultado en el cementerio de San Calixto. No se ha identificado su
sepultura. La iglesia de San Silvestre in Capite dice tener su reliquia.
Su
fiesta se celebra el 15 de Agosto.
Relato
del martirio de San Tarsicio (Servicio Católico.com)
Valeriano
era un emperador duro y sanguinario. Se había convencido de que los cristianos
eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.
Los
cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en
las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que
mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados, los cogían de
improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaban o les infligían
otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo. El pequeño
Tarsicio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la
Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedo grabada
fuertemente en su alma de niño y se decidió a seguir la suerte de los mayores
cuando le tocase la hora, que "ojala “—decía el—fuera ahora
mismo".
Un
día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa
Sixto recuerda a los otros encarcelados que no tienen sacerdote y que por lo mismo
no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que se avecina, si no reciben el
Cuerpo del Señor. Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para
llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de
ancianos venerables, jóvenes fornidos y también manecitas de niños angelicales.
Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.
Uno
de estos tiernos niños es Tarsicio. Ante tanta inocencia y ternura exclama,
lleno de emoción, el anciano Sixto: "¿Tú también, hijo mío?" —"¿Y por qué no, Padre? Nadie
sospechará
de mis pocos años".
Ante
tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas
Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega
al pequeño Tarsicio, de apenas once años, con esta recomendación:
"Cuídalas bien, hijo mío". —"Descuide, Padre, que antes
pasaran por mi cadáver
que nadie ose tocarlas".
Sale
fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños
de su edad que estaban jugando. —"Hola,
Tarsicio, juega con nosotros: Necesitamos un compañero". —"No, no puedo.
Otra vez será",
mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho. Y uno de aquellos
mozalbetes exclama: —
"A ver, a ver que llevas ahí
escondido". Y otro: - "Debe ser eso que los cristianos llaman
<>", e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, derrama
sangre. Todo inútil.
Ellos no se salen con la suya. Tarsicio por nada del mundo permite que le roben
aquellos Misterios a los que el ama más que a si mismo...
Al
momento pasa por allí Cuadrado, un fornido soldado que está en el periodo de
catecumenado y conoce a Tarsicio. Huyen corriendo los niños mientras Tarsicio,
llevado a hombros por Cuadrado, llega hasta las Catacumbas de San Calixto, en
la Vía Appia. Al llegar, ya era cadáver. Desde entonces el frío mármol guarda
aquellas sagradas reliquias, sobre las que escribió San Dámaso: "Queriendo
a San Tarsicio almas brutales, de Cristo el Sacramento arrebatar, su tierna
vida prefirió entregar, antes que los misterios celestiales".
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