Esta mañana me contaron la
historia de un niño de 4 años. Son de Oviedo.
Venía este niño con sus padres a Santiago, en plan de peregrinos. Dieron un paseo por
una de las rúas típicas de Santiago con soportales
y de piso de piedra y al niño se le ocurrió ir a comprar un huevo de chocolate.
La madre lo dejó ir, pero luego desapareció. Todos pensaron
en lo peor. Los buscan por las casas cercanas y por las calles vecinas y nada,
que el niño no aparece.
Ya saltan todas las alarmas, quizá un secuestro o algo
parecido. La desesperación se dibuja en
la cara de los padres.
Un transeúnte que es de esta parroquia se interesa y
aconseja llamar a la policía. Primero llaman a la policía municipal. Pero tarden en
llegar y aquellos minutos les parecen eternos.
Luego este feligrés de S. Cayetano
decide llamar a la policía nacional. Y de allí les contestan que tienen una llamada sobre un niño que está solo en un establecimiento de
juguetes y que tiene las características del desaparecido.
Van inmediatamente a
buscar según los datos de la policía y efectivamente allí estaba el niño todo
tranquilo jugando con uno de los juguetes que le habían dado para entretenerlo.
La historia terminan bien, y la cara de los padres era de
inmensa alegría.
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