Un año fuimos a Lourdes un
grupo de peregrinos, pasando antes por el Pilar y Torreciudad, dos
santuarios marianos muy visitados.
En el grupo, iba un
señor joven pero enfermo y con poca ilusión.
Le animamos a que pusiera la salud en
manos de la Virgen, e incluso que pidiera un milagro.
Estuvimos en la gruta e incluso este señor accedió a ir a las
piscinas. Allí hay voluntarios que ayudan a meterse de cuerpo enero en aquella
agua fría que corre constantemente..
Como hacen siempre los voluntarios le ayudan al que se va a
bañar y le dicen que rece una oración, la que sepa o recuerde. Le meten un instante en el agua y luego le ayudan
a levantarse. A continuación se pone su ropa y ya está listo.
De vuelta de Lourdes, en el autobús, se le veía contento y le pedimos que
nos contara su experiencia. Cogió el micrófono y ante un público súper atento,
dijo más o menos lo que sigue.
Vine con poca fe a Lourdes y vine porque en mi ciudad me
dieron una invitación en la calle que rompí en seguida. Pero al llegar al
despacho me encontré con otra igual y
entonces pensé que la Virgen me quería ver en Lourdes. Vi allí su mano.
Me apunté y aquí estoy. La Virgen no me curó,
pero me hizo ver a otros enfermos que estaban mucho pero que yo, en camillas o
en silla de ruedas que no podían andar y yo aun puedo andar. Pensaba que ellos
estaban antes que yo.
No me curó pero me regaló una gran paz interior que nunca
había experimentado y una aceptación alegre de lo que Dios tenga dispuesto para mí.
Aquellas palabras conmovieron a muchos.
Al mes siguiente murió, pero su historia aun hoy se cuenta
en tertulias y sigue haciendo mucho bien. A quienes la escuchan
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