Estaba celebrando una de las misas de fin de año y , en
primera fila, había una familia de varios niños. Uno, el de esta historia, de
unos 3 años, no hacía más que moverse. Parecía una lagartija. Se levantaba,
se iba, volvía y…distraía a todos.
La madre que lo observaba atentamente sin perder de vista a
los otros, llegó un momento que se cansó y con cierto genio lo cogió y lo sentó
con decisión en su sitio; el niño se echó a llorar, pero pronto se le pasó y se
quedó tranquilo en el sitio en que le puso la madre.
Celebrábamos la fiesta de María Madre de Dios y la Iglesia
nos da ejemplo de cómo poner a María al principio de un año que comienza. Es una llamada a que pongamos a
María al principio de nuestras acciones sean importantes o no. Hay que contar
con Ella. Decírselo a Mamá antes de nada, por si tiene que enderezar nuestros pasos.
Al ver la actitud de
aquella madre que, sin duda quería el
bien de su hijo pequeño, me vino también
al pensamiento el pedir a María que
si me ponía impertinente con lo que
fuera, que me cogiera y me sentara en mi sitio, sin contemplaciones. Eso pedía para mí y para los demás, y creo que fue una petición buena, que agradaría a Dios.
Todo vino por el comportamiento del niño y de su madre. Si se lo hubiera dicho a
mamá, se hubiese arreglado todo mejor,
pero aun así fue una buena lección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario