Después de unas semanas con tos continua, hablé con una doctora y descubrió que tenía el covid y por tanto a hacer cuarentena.
Llamé a un amigo que también había hecho cuarentena, para preguntarle qué hacer durante ocho o diez días aislado en una habitación. Me contestó escuetamente: leer y rezar. Y con esa orientación me dispuse a vivir esos días.
Rezando ya se me pasa bastante tiempo, rosarios con Radio María, lectura espiritual y, gracias a Dios, que también pude celebrar la Santa Misa en la habitación. A esa misa invitaba a mucha gente, mi familia, mis santos preferidos como la Virgen y S. José y otros , incluso a Adán y Eva, a los ángeles de la guarda y por supuesto a todos los feligreses, incluso los que no van a la Misa.
En la Santa Misa no estoy solo y aprovecho por ofrecerla por las personas que Dios me ha encomendado y bienhechores, así las ayudo del mejor modo posible.
Luego pude leer varios libros, alternando para no aburrirme.
No esperaba mucho más de esos días, pero me quede sorprendido e incluso emocionado por los amigos y conocidos que se han interesado y ofrecido a ayudarme en lo que necesitara. Esto gracias al teléfono y a los mensajes que corren rápido de unos a otros.
Esta ayuda la noté de un modo especial del personal de la Residencia sacerdotal en donde vivo, que tuvieron detalles que me emocionaron y que ya no son sus obligaciones, sino algo más como se hace en una familia. Era frecuente oír: si necesita algo me llama o me ponían aquel postre que sabían me gustaba.etc.
Estoy muy agradecido a Monstse, a Josefina, a José Luís, a
Ana, a Alex que me dio explicaciones, al director de la casa y a compañeros que
me entretenían a través del teléfono a ciertas horas del día. Ya sé que hay
otras personas que no nombro ni tuvieron relación directa conmigo pero que también
colaboraron. A todos, muy agradecido.
¿Qué pensé en todos estos días, pues hay tiempo para todo?. Os lo contaré en otra ocasión.
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