Pasando por el camino veo a algunos peregrinos de Santiago que andan hacia la catedral en orden de las señales del peregrino. Andan de tal manera que su dirección es la dirección indicada por las señales.
Que la búsqueda de su destino va junto con la búsqueda de señales. Se podría decir incluso, que el peregrino es un hombre de señales. Éstas le hacen en cierta manera peregrinar con seguridad.
Ya que es propio del peregrino ver la vida en el camino. También se puede hacer preguntas sobre la vida diaria partiendo del camino. Dado que en el camino hay señales para llegar al destino. ¿Qué pasa en la vida ordinaria, también hay señales para llegar a nuestros fines?
Al considerar las señales como cualquier ayuda que uno puede tener para llegar a su fin en cuanto hombre. Se puede decir que, también en la vida diaria hay señales, sólo si el de al lado sirve de ayuda.
¿Pero es cierto que él de al lado puede servir de ayuda en todo? No. Porque ni el de al lado lo tiene todo resuelto. Es decir, incluso él de al lado a veces necesita señales. Ni él, lo tiene todo claro. Por tanto, entre los hombres una ayuda mutua es posible pero no una ayuda mutua y suficiente. De tal manera que los hombres solo pueden ser señales insuficientes.
De ahí que, en el libro de Jeremias (Jer 17,5) se dice <<Así dice el Señor: "Maldito el hombre que en el hombre confía, Y hace de la carne su fortaleza (brazo), Y del Señor se aparta su corazón”>>.
Solo Dios es la Flecha o más bien la Señal suficiente. Para los hombres Él no sólo es la flecha sino el destino y el camino.
Así lo dice Jesús en el Evangelio según San Juan “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí”. Dado que el Señor es el camino, la verdad y la vida, en el lenguaje del peregrino, Jesús es el camino, la señal y el destino respectivamente.
Serapion Modest Shukuru
Seminarista de Tanzania estudiante en seminario de Pamplona
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