El domingo día 14 se me acercó, antes de la Misa, una señora de la parroquia pidiendo la Unción de enfermos. Le pregunté el motivo y me dijo que dentro de unos días se iba a operar, cosa que siempre tiene su riesgo.
Le daba lo mismo antes o después de la Misa. Lo hice antes. Se acomodó en el primer banco y allí hice la ceremonia mientras llegaban los primeros para la Misa.
Me pidió que rezara por ella el día de la operación y le prometí hacerlo. Me alegró su gesto y su decisión y confianza en la fuerza de Dios.
Pero no es el único caso, pues hace unos meses, también sin previo aviso en un día cualquiera apareció un joven a pedir la santa unción. El motivo era el mismo. Se iba a operar. Se confesó, recibió la comunión y le di la Santa Unción. No volví a verlo, pero supongo que todo iría bien.
De otros dos, también jóvenes que los veo con frecuencia, me comentan que desde que recibieron la Santa Unción van bien de salud y están agradecidos. Como es sabido, la Unción tiene efectos espirituales pero también proporciona salud si nos conviene en orden a nuestra salvación.
A este respecto un médico me comentó que si el alma está bien, en paz y serena, sin duda eso mismo influye en la buena marcha del cuerpo.
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