Una de nuestras experiencias en algún momento de la vida es encontrar personas que resulta difícil el trato con ellas pues no sabes como van a reaccionar. Generalmente les dices p.e. que esto debía estar aquí y te contestan que debía estar mas allá, y si le dices mas allá dicen que debiera estar aquí.
Esto también pasa en los conventos y le pasó a la M. María Antonia, carmelita, de la que hablamos en este blog varias veces, y lo cuenta con mucha gracia y también viendo el aspecto sobrenatural de lo que Dios quiere, en esos casos.
Lo cuenta así en su autobiografía:
"Y estando un día en mi oficina, vino una cierta religiosa a hablarme, con mucha algazara, que era de genio un poco alegrote, aunque tenía unos prontos y arrebatos terribles: que era menester andar con mucho quedo y cuidado con ella para no salir de su conversación chamuscada, y ella herida; que suele nuestro Señor permitir algunos de estos genios en las comunidades para ejercicio de unas y humillación de las que padecen semejantes humores como el que ésta tenía. Que ha habido ocasión que, por nada y un quítame allá esas pajas, se solía enfurecer tanto conmigo que saltaba como una cabra, esto es, las veces que por mi fortuna me la habían dado por compañera, como fue en el oficio de enfermería, como en la portería; en el que se ofreció un día a pesar un poco de azúcar y ella tenía el peso en las manos; y sobre si había de ser el peso corrido o no, suéltame la romanilla con el aire de su genio, y marcha por aquel claustro como una religiosa que había perdido el juicio, saltando sobre un pie. A mi me causó tanta risa que no me podía contener de verla como y en la forma que iba hasta llegar a la cocina, que creo pegó con las hermanas; y después de desahogar su cólera, quedó libre de aquella pasión , por entonces, y se fue a mi un poco humillada y reconocida de su pronto. Yo como tenía conocido su genio, andaba con harto cuidado por no tener encuentros con la tal religiosa, y a las demás creo que les sucedía lo mismo, en medio de que era harto afable cuando estaba sin la pasión dicha".
Es un castellano gracioso, con expresiones del S.XVIII, y con reflexiones de mucho sentido común.
Mi madre, una aldeana de Vedra, sin ninguna instrucción académica, decía que a los malos hay que amarlos porque Dios les había puesto en el mundo para probarnos. Y que amar a los buenos no tenía mérito, era una forma de egoísmo.
ResponderEliminarMi madre, Q.E.E., ha muerto hace algunos años. Espero que Dios haya tenido en cuenta su gran paciencia y le haya acogido en su seno, pues era una persona muy buena.