En una Misa solemne en que ayudaba al que presidía, vi una
joven hormiga sobre el limpio mantel del
altar. ¿Cómo llegó allí?
– supongo que no subiría desde el suelo pues quizá fuera
un poco complicado aunque las hormigas tienen todo el tiempo que quieran. Creo más bien que debió sentirse atraída por
el olor de una flor y vino hasta allí en
un bonito ramo de flores en donde se entretuvo quedando lejos de sus compañeras.
En ese momento debió de echar de menos a su comunidad
dejando la flor y ya estaba sobre el altar.
Me llamó la atención pues no andaba normal; corría a toda
mecha en diversas direcciones para volver al punto de partida. Se ve que quería
solucionar su soledad y su lejanía del
hormiguero. Quizá le fallaba la memoria o el olfato. Algo no marchaba. Yo la contemplaba en sus
esfuerzos inútiles y pensaba que todo quedaría fácilmente solucionado si
tuviera dirección espiritual, alguien que le dijera el camino.
Las hormigas tienen, según he leído, guarderías para bebés,
obreros, despensa, incluso guardia civil, pero no tienen alguna hormiga más
experimentada que pueda aconsejar y dirigir haciendo cierta dirección espiritual
con las otras.
El hecho es que aquella hormiga solitaria y agobiada
que me hizo reflexionar, no encontraba
la solución. La traté con respeto y con cariño la bajé del altar al suelo a ver
si allí encontraba el rastro perdido. No sé qué sería de ella.
Cuantas personas agobiadas por los problemas de la vida,
encontrarían con gozo el camino, si tuvieran dirección espiritual.
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