Al término de una Misa en la parroquia de S. Juan, una persona que estaba en la sacristía, me dio una receta culinaria. Naranjas con aceite de oliva.
Se corta la naranja en rodajas, si no es dulce se le añade azúcar y, luego, se le rocía bien con aceite de oliva.
Me dijo el señor, que me lo recomendó, que era un postre sabrosísimo y muy bueno para el cuerpo.
Le contesté que si era así, que también sería bueno para el alma, pues ante una cosa así de buena no queda más remedio que alabar a Dios por las cosas maravillosas
que nos ha dejado.
A la noche al llegar a casa hice la prueba y tengo que decir que es una buenísima combinación.
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