Un amigo en Castel romano |
Quiero recordar, con afecto y oración, a tantos sacerdotes que tuvieron que ver con mi vida. Lo hago en vísperas de la jornada del Seminario como un pequeño homenaje.
El
Espíritu Santo me ayudó en tantas ocasiones a través de los
sacerdotes, que no tengo más remedio que dar muchas gracias a Dios y a estos sacerdotes
Un visita a Montecasino |
El
primer sacerdote que vi por delante en mi infancia se llamaba D. Antonio
Ventosa.
Lo veía en la visita a la escuela en donde nos contaba bonitas narraciones de la Historia Sagrada
o Biblia, que me gustaban tanto. Lo veíamos hablar cordialmente con el maestro
y eso nos parecía muy bien. También lo recuerdo en la catequesis en donde nos
hacía preguntas que nos dejaban desconcertados.
Me recuerdo de una: a ver si me
sabéis decir como estará vestido Jesucristo
en el Cielo.¿?. Los niños dábamos
respuestas locas y muy imaginativas, pero él, al final, también nos daba otra no menos imaginativa:
yo no sé muy bien como será pero
estará vestido de sacerdote.
Un italiano y dos gallegos |
A este sacerdote lo conocí muchos años, fue el que con paciencia me
confesó muchas veces y luego me llevó al seminario. Le estoy muy agradecido por
todo y rezo por su eterno descanso.
Después conocí a otros sacerdotes en el
lugar en donde pasaba las vacaciones de verano ( Finisterre). Ya era un joven seminarista (entré en el seminario a
los 11 años) y me llamaban a los funerales a los que asistían todos los
sacerdotes de la zona según la costumbre de aquellos años. Me vestían de blanco
y allí estaba en medio de ellos como uno más.
Recuerdo su cariño para conmigo. Había
uno que tenía el carisma de la confesión, daba gusto confesarse con él, su
bondad recordaba la gran bondad de Dios
y te daba unos consejos formidables y de un sentido común poco común.
En el Seminario conocí a muchos, entre directores y profesores. Tenían interés
por nuestra formación humana y espiritual, nombraré a D. Severino que era un
santo y luego otros que tanto bien nos
hicieron como D. José, D. Eugenio y
profesores como D. Alejandro, D. Cándido, D. Manuel Rey, D. José Guerra y otros.
D. Víctor y D. Jaime en el Divino Amore |
Ya siendo sacerdote fui coadjutor en Corcubión de un párroco mayor llamado D. Francisco que
era famoso por su desprendimiento. Daba todo, hasta su ropa. Fue verdaderamente ejemplar para mí. Después de llevar una
semana en la parroquia con él, como no me mandaba hacer nada, le pregunté, ¿ yo qué tengo que hacer?. Me dio
una respuesta desconcertante: tú, rezar y
pasear. Yo entendí que podía organizar lo que quisiera, y así lo hice.
Luego
vinieron compañeros míos que se preocuparon por mi, que no nombro pero
están en mi pensamiento, también conocí a Kirru un sacerdote vasco del Opus Dei que
tocaba muy bien la guitarra y cantaba con pasión y a un sacerdote santo: san Josemaría que pude
verlo y escucharle en Roma en mi época de estudios y lo considero una verdadera
providencia de Dios. Allí mismo en Roma recuerdo a los párrocos que tuve,
D.Franco y D.Vincenzo que me trataron estupendamente.
En esta basílica estuvo de Párroco D.Vincenzo |
También están los compañeros de
pastoral algunos ya fallecidos y otros
excelentes compañeros a quienes admiro por su carácter o por su carisma de catequistas o por sus consejos
que no me dejan dormirme en la rutina, y,
tengo que citar también y, seguro que me quedo corto, a los catequistas del camino neocatecumenal y
los padres somascos que me tratan más que como amigo, como hermano.
También hubo laicos que me ayudaron, pero eso es otro capitulo para otra ocasión.
Víctor M. Sánchez Lado
PÁRROCO
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