Estando en Portugal, cerca de Oporto, con un grupo de sacerdotes, en su mayoría portugueses, uno me contó un pequeña y sabrosa anécdota de la que fue testigo.
Una señora, muy devota de la Virgen de Fátima que acompañó a la imagen de la Virgen peregirna en sus viajes incluso a la India, se puso enferma para morir.
En el hospital seguía rezando y encomendándose a la Virgen en esa advocación. Esta señora, para más detalles, se llamaba Dª Teresa. Ya, cuando muere, se oye por todos los presentes en la habitación, el ave de Fátima, cantado, claro está.
Los que la compañaban se extrañan, como es lógico, y se ponen a buscar una radio o un cassete por toda la habitación pero no encuentran nada.
Todos creen que fue un detalle de la Virgen con la que había sido su acompañante por tantos lugares de Portugal y del mundo. Bonita despedida de este mundo y acogida en el otro.
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