Por diversas razones frecuento la residencia de ancianos de
San Marcos. Santa Teresa Jornet es la santa fundadora de las religiosas que la
dirigen y su imagen de fundadora aparece
nada más entrar en el gran edificio y en otros lugares de la casa.
Allí he visto caras alegres, sonrientes, de un modo especial
entre el personal que sirve en diversos cometidos, no sólo de las religiosas
sino también de trabajadoras de la casa. El servir es un gozo. Este espíritu de servicio se lo transmiten a
los residentes que tienen diversos encargos según la capacidad y disposición de
cada una o de cada uno.
El más beneficiado no es el que recibe atenciones sino el
que las da y quizá una de las fuentes de la alegría es justo olvidarse de sí
mismo y pensar en cómo ayudar al otro
eficazmente. Una vida así es una vida que llena y satisface interiormente y que
vale la pena porque además se está ganando el cielo.
Estas casas son una
bendición para sus usuarios que están limpios, comen bien y se sienten queridos
y comprendidos. No se les sirve por dinero sino por amor.
La parte material de la casa es una manifestación de ese
amor a los demás que es la ley suprema entre los que allí conviven. Yo veo ese
amor en tantas cosas: comida caliente, manteles, atenciones personales, limpieza,
preocupación por los enfermos etc.
En la casa hay capilla, enfermería, sala de teatro, salas de
estar, jardines y todo lo necesario en
una casa moderna. La capilla es grande y hermosa en donde se puede rezar muy a gusto, las habitaciones son amplias y bien dotadas, las religiosas son muy diligentes, a veces las tengo visto correr por los pasillos, porque la vida, allí dentro, también exige esas prisas.
He visitado varios geriátricos o casas de acogida de mayores y enfermos
crónicos. Esas personas me parecen como barcos que atravesaron muchos mares, a veces procelosos. Han llevado golpes de las
olas y ahora están en puerto seguro, con sus recuerdos y preparando el viaje
definitivo a la casa del Padre, al encuentro con Dios mismo en persona. Vamos a
ver a Dios, me decía una anciana.
Aun en esa situación creo que los mayores deben hacer planes. Eso les mantiene jóvenes,
han de ser creativos, soñar un poco, leer, llamar por teléfono a sus amistades,
salir si pueden, responder a las invitaciones… No les
ponen dificultades en la residencia para todo esto, sino que se lo fomentan.
Cuantas historias dignas de conocerse tiene que haber en
estos lugares y cuantas maravillosas aventuras. Ahi hay un buen trabajo para un periodista que quiera hacer esa investigación.
Estas residencias admiten con gusto la ayuda de voluntarios , chicos o chicas, que pueden tratar de entretener a los ancianos o ayudarles a la hora de comer etc. siempre hay algo que hacer en una casa en donde hay tanta gente acogida y con diversas necesidades. De alli salen contentos y felices por haber hecho la experiencia de servir sin esperar recompensa.
Si alguno quiere tener más información, hay libros que cuentan el origen y desarrollo
de estas religiosas que atienden a los ancianos de un modo altruista y por amor
a Dios. Es el libro de José María Javierre que se titula Refugio de los ancianos. Santa Teresa Jornet.
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