Es la cuarta vez que hacemos esta experiencia, siguiendo en
casi todas las ocasiones las instrucciones del Papa y de nuestro obispo. Pedimos por
toda la Iglesia y en especial por el
aprecio y la práctica de la confesión, como así se
nos pedía reiterativamente.
Este año tuvimos desde las 11 de la mañana del jueves a las
11 de la mañana del viernes, aunque las últimas horas del viernes hubo que
acortarlas.
Hay grupos comprometidos que, según su carisma, se puede
contar con ellos. Tienen relación con la parroquia y la aprecian. Son la Legión
de María, ANFE, Marías de los sagrarios y el Camino Neocatecumenal. Pero aun
así quedan muchos huecos en esas 24 horas que siempre son una sorpresa. ¿Habrá
adoradores?
El Señor se ocupa de mandar gente también imprevisible. Es verdad
que lo anunciamos, pero siempre queda la duda de quién vendrá.
Vino un señor de la antigua usanza, genuflexión doble, un
rato largo de adoración y leer poco. Otras personas se pasaron buena parte de
la tarde o de la noche con Jesús.
Puse el Rosario de la misericordia escrito en unos cuantos folios y estampas con
oraciones etc. Todo fue desapareciendo y se usaron.
Hubo un momento en que estábamos adorando en silencio y
entró un chico a toda mecha, vestido de
negro, delgado, con piercins, y se acercó a la custodia. Yo pensé en lo
peor, pero hizo como una caricia a la custodia, sin tocarla, y se
arrodilló. Hizo una oración rápida y salió como había entrado. Respiramos
tranquilos cuando lo vimos salir, pues no pasó nada malo.
Las metas de la adoración se cumplieron, siempre hubo
adoradores, sin prisa y además hemos confesado.
Vinieron también los padres somascos que estuvieron en la
Misa y luego prolongaron con los seminaristas la adoración al Señor y volvieron
luego por la mañana antes de las clases.
Hay que dar muchas gracias a Dios que ha bendecido esta
actividad y pedimos que sea para él toda
la gloria.
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