El próximo 15 de octubre será declarado santo el P. Faustino
Míguez, escolapio y fundador de las calasancias.
Con ese motivo hay diversos portales de internet en que se
habla de este eminente sacerdote
escolapio, gallego, y fundador.
Un amigo mío me
pidió que publicara un artículo, pero lo
tiene él mucho mejor y extenso sobre esta vida santa que honra a toda la
Iglesia y en concreto a la Iglesia en Galicia. Yo me contento con este modesto
testimonio, un tanto indirecto pero lleno de afecto.
Mi encuentro con él fue en esta parroquia cuando las
calasancias, hijas de la Divina Pastora, establecieron una residencia de chicas
en el ámbito de la parroquia en la calle Pastoriza. Todavía la guía diocesana
del año 1998 las cataloga en este lugar de Santiago.
Poco después de
venir, en torno al año 1984, las saludé con alegría pues era la primera
comunidad religiosa que existía en la
parroquia y esperaba de sus oraciones abundantes gracias para mis feligreses.
Una de las primeras cosas que les pedí fue algo que me diera
a conocer la vida de su fundador. Me dieron la positio que es un libro, como
una tesis, pero que no sale al
público, en donde se trata de las
virtudes y también de las críticas al candidato a ser declarado beato o santo.
Me pareció una muestra de confianza el
que me lo prestaran. También me dieron
otro libro con su historia y algo de sus escritos.
Escribo estas cosas porque el árbol se conoce por sus frutos
y viendo a estas religiosas yo estaba conociendo al beato Faustino.
Colaboraron en la parroquia en la catequesis y especialmente
en el canto y el catecismo, que de aquella era muy numeroso, adquirió una vida distinta y cierta novedad. También
nos prestaron en varias ocasiones su sala
de conferencias para tener cursillos prematrimoniales. Por todo ello les estoy
muy agradecido.
Luego, pasados los años,
no muchos, dejaron la residencia
y ya se vendió el edificio que todavía
se conserva igual en su exterior y pasó
a manos de la Xunta de Galicia.(1984-2002).
Cuando leí la vida del beato, me llamó la atención su sabiduría y su
conocimiento de las virtudes medicinales
de las plantas. Incluso, ya de
aquella, se vendían en las farmacias cuando aun no se habían extendido las
parafarmacias con sus productos sacados de las plantas.
También me agradó su capacidad de obediencia, yendo de una
parte para otra, según le indicaban sus superiores, sin mostrar la menor resistencia, y su afán
apostólico como lo muestra la fundación de una institución que iba a dedicar sus
energías a favor de la juventud femenina.
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