Estuve viendo con interés la Misa del Papa en Fátima, con
canonización incluida. También exposición del Santísimo y bendición de los
enfermos.
Hay dos cosas que creo le gustarían al cardenal Sarah,
prefecto de la Congregación del Culto. Una de esas cosas ha sido que el protagonista
de la celebración fue Jesús, el Señor, en la Eucaristía y su Madre. El Papa en su voz y en sus gestos incluso en su predicación, fue sobrio. Estaba
prestando un servicio al pueblo de Dios haciendo presente a Jesús y
María en el Calvario.
La segunda cosa que me
sugirió la celebración fue el silencio. Hubo diversos momentos de
silencio en que calló la escola y el órgano y toda la comunidad se pudo
encontrar a solas con Dios y María, de un modo personal y directo e íntimo. El Cardenal
Sarah tiene un libro de unas 300 páginas, todo el sobre
la riqueza y la necesidad del silencio. Pues eso, en cierta medida, se vivió
en esta Misa de los 100 años y de la canonización de los niños videntes.
Estaban presentes 55 países, según el obispo de Leiría y todo se hizo con orden y tranquilidad.
La custodia era un sol con 7 rayos y en el centro el Señor, bien visible. Él fue
el protagonista indudable.
La homilía la resumió un amigo mio en estas palabras: tenemos Madre.
El Papa se dirigió a los enfermos, antes de darles la
bendición con el Santísimo, con palabras muy sentidas. Les pidió el
ofrecimiento diario de sus sufrimientos, les dijo que eran el tesoro de la
Iglesia y que lo que ellos sufren, el Señor lo sufrió antes. Dios
es Padre y no nos deja solos. Élnos consuela.
El “adiós” fue también muy emotivo. Toda la plaza, los obispos
y el santo Padre y acompañantes, era un mar de pañuelos, mientras la imagen de la Virgen era llevada a
la capeliña y colocada en su pedestal.
El obispo que agradeció la presencia del Papa, dijo que deberíamos vivir "o xeito de María" . Sería un buen propósito. para todos.
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