No , no la hicieron santa, simplemente se metió en un ramo
de flores alto y dar un salto al altar era fácil. Disfrutaba mucho paseándose
por el blanco mantel, blanco como la nieve, que estaba agradable para pasear y allí
Pireta estaba haciendo nuevos
descubrimientos.
Llegó un momento en que llegaron los sacerdotes para la
Misa. Se acercaron al altar, movieron los libros y colocaron otros objetos
necesarios para la celebración.
A Pireta por esta vez
le entró miedo. Estaba desconcertada por los movimientos y porque se sabía
mirada atentamente. Vio que nadie la aplastaba y respiró tranquila, pero el
peligro seguía y decidió escapar de aquella autopista.
La hormiga corría a toda velocidad. De golpe se paraba y
volvía al primer sitio. Se veía que no sabía qué hacer y como librarse
del peligro que le acechaba. Había perdido el sentido común que había aprendido en el hormiguero.
El sacerdote se distrajo mirándola. Era un sacerdote que en
varias ocasiones las había puesto a las hormigas como modelo de laboriosidad y organización. Además
pensaba que las hormigas no son pesadas, pesado es el hormigón, el duro
hormigón de las casas. La hormiga
es delicada y trabajadora.
Total, la hormiga no sabía qué hacer, se limitaba a correr. Pero
aquel buen sacerdote recibió una magnífica lección con ocasión de aquellas
carreras alocadas. Vio que la hormiga necesitaba alguien que viese todo el
panorama y que indicara el camino. No por mucho correr iba a acertar en la salida.
La hormiga necesitaba dirección espiritual, pero,
aquella, no la tenía. Sus amigas habían desaparecido, estaba sola y ya no podía
consultar con nadie.
El sacerdote la miró con cariño y la echó al suelo con
cuidado de no dañarla. No llevó golpe porque
fue casi volando y cayó bien, no se rompió nada. Pronto encontró el rastro de
las otras hormigas que en eso son muy hábiles, pues a veces recorren kilómetros y saben volver.
Cuando llegó a casa respiró tranquila y fue a hablar con
mamá hormiga quien le dijo que tener dirección espiritual con otra hormiga
sabia, le vendría muy bien, para no pasar esos apuros y saber
por dónde andar o cómo reaccionar ante las dificultades, que siempre hay.
Le encargó que cogiera a las adolescentes que se volvían locas para ser como ella, que
les advirtiera de lo bueno que es pedir
consejo. Le pareció un bonito encargo para la buena marcha de la comunidad
hormiguera y allá se fue corriendo a
darles la buena noticia.
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