Este año experimenté
con intensidad la Navidad en Santiago y aprendí algunas cosas a pesar de ocultar al Niño con las pajas. Bueno las pajas me refiero a actividades
lúdicas que no tienen nada que ver, premios, y otra hojarasca.
En primer lugar el alumbrado. Igual que en las grandes
ciudades del mundo pusieron en Santiago un hermoso alumbrado. Incluso en
barrios que nunca se había puesto nada.
Al verlo pensé que eso viene de Jesús que fue anunciado como la gran
luz. Nosotros lo expresamos a nuestra manera, pero de hecho las ciudades se
llenan de luz, las adornan con bellas combinaciones de luz.
Al principio pensé que yo sería una de esas lucecitas, una
más y que así contribuía a la belleza del mundo. Pero, en un segundo momento, me
pareció que “ser un adorno” y además temporal, era muy poco. Es mucho mejor ser una luz que alumbre
el camino, que ayude a ver los
obstáculos y nos facilite el caminar ligeros.
También este año hay
muchos belenes. Más que otros años, en escaparates, iglesias, conventos e incluso belenes familiares de gran tamaño,
como el de Paco, el belenista de Conxo o
el de Rogelio, el belenista de Mallou.
Está también el belén de la plaza del Obradoiro, la gran plaza de la ciudad, que fue preparado
y puesto por particulares, voluntarios de la vecindad, que
quisieron prestar ese servicio.
También observé un cruzarse de whasats ininterrumpido, con hermosos pensamientos , deseos ,
videos etc.
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