Las hormigas aceptaron la decisión de la asamblea y no
fueron a la cueva, pero se les ocurrió una buena idea. Se dijeron: Jesús es el
Rey y por tanto le gustará que como un ejército
del Rey desfilemos ante su presencia. Desfilaron
alrededor de la casa (S. José ya había
buscado una casa y dejaron la cueva).
Así hicieron, se pusieron en fila y dieron un par de vueltas
alrededor de la casa. Alguna dijo que
viera sonreír al Niño, pero nada se sabe de cierto.
Pasados los días, Pireta no se resignaba y decidió burlar la estrecha vigilancia y se fue sola
para estar cerca del Niño y verlo con calma,
contemplarlo. Le parecía que María y
José lo consentirían, pues ya los
consideraba amigos.
Dicho y hecho, entra en la casa y se acerca a la cuna. El Niño
ya había crecido y miraba y sonreía. Con el consentimiento de María, Pireta se
puso a los pies del Niño y se pasaba horas con El. Le hablaba en su lenguaje de hormiga y le
cantaba. No lo hacía muy bien pero ella notó que al Niño le gustaba.
También había otros animales que San José acariciaba, el
buey y la mula. Hay también quien dice que
no faltaba un perro, fiel compañero del hombre. Pero nada se sabe al
respecto.
El buey y la mula representaban al pueblo judío y al pueblo
pagano. Ya hay un salmo que dice que el buey conoce a su amo pero mi pueblo no conoce a su Dios.
La hormiga sentía que representaba a los pequeños,
especialmente a los niños. Cuando vemos un grupo de niños pequeños decimos Parecen
hormigas. También representa a las almas
humildes que no tienen grandes méritos pero que Dios las quiere, porque
hacen pequeños favores a los que topan
por su camino.
Pireta miró a Jesús,
miró a María y José y se marchó danto saltos. Estaba contenta y los que la veían
pensaban que estaba loca de atar. Pero Jesús la había mirado y con aquella mirada se sabía
querida y en el pensamiento de Dios.
Todas las demás hormigas la esperaban. Esta vez con
pancartas y esperaban que les contara su última aventura y le gritaban: ¡Viva
Pireta!
Como se sabía, al fin, una hormiga , no le entraba la vanidad y se alegraba
de que Jesús fuera conocido y amado por todas.
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