D. Miguel nació en Cambados el 15 de junio de 1931. Se
ordenó de sacerdote en 1953, y falleció el 7 de enero de 2018, en Santiago.
Estuvo un tiempo de párroco en Santa María de Caamaño, cerca
de Porto do Son. Vino luego para Santiago a la parroquia de Santa Salomé y San
Fiz.
En Salomé hizo una pastoral variada, tenía una buena coral
que actuaba con frecuencia en las celebraciones de la parroquia que
solemnizaba.
Trajo para su parroquia y
para Santiago el Camino Neocatecumenal en el que se implicó con gente joven que el mismo personalmente
invitaba a participar en las catequesis de adultos y luego muchos se quedaban,
siendo a su vez apóstoles de otros jóvenes.
Todavía hoy son muchos los que le
recuerdan con cariño y agradecimiento.
Se hizo famosa la Misa de las 9 de la tarde en los domingos
y festivos. Era la última Misa de
Santiago que aprovechaban los estudiantes que venían para las clases del día
siguiente y también les venía bien
a los que habían ido a las playas en el
verano. Esa Misa estaba siempre llena de fieles.
Era muy inteligente y tenía buenas condiciones humanas que
le hacían un apóstol eficaz. Era también
lo que se suele llamar, un “manitas”, pues tanto arreglaba la rueda de una bicicleta,
como un enchufe o un problema de altavoces. De hecho, siendo ya mayor se subió
a una escalera para arreglar una luz y estuvo a punto de hacerse daño por causa
de una caída.
Era muy generoso con los pobres que le estaban muy
agradecidos. Estaba preocupado por los que dejaban la Iglesia y se lamentaba de
su alejamiento de Dios, esto lo comentaba mucho.
Sus predicaciones eran con frecuencia sobre el amor de Dios
y su misericordia. Un Dios que nos quiere y perdona.
Se le notaba fe, especialmente al celebrar la Santa Misa y a
muchos le atraía esa fe y le
gustaban sus homilías, pues decía lo
mismo, pero no cansaba, sus palabras eran
nuevas.
A varias personas les
he oído que les hacía bien ver con qué
fe celebraba la S. Misa y en especial el momento de la consagración. Uno me
contó que había acompañado a esa iglesia de Salomé a unos alemanes que eran protestantes, quizá
luteranos, y quedaron impresionados por
la tranquilidad y amor con que consagraba. Ese mismo, me decía que D. Miguel le había dicho que en la ordenación había pedido al Señor
celebrar siempre la Ss. Eucaristía con ilusión y devoción, como la que tuvo en
ese día de su ordenación.
Era amigo de la gente y de un modo particular apreciaba a los jóvenes y a las parejas de novios que
conocía.
Era también muy querido por los niños que en la Misa le iban
a dar la paz y a veces también los no
tan niños se metían en la fila .
Llevó la enfermedad con paciencia y obedeció a las
sugerencias de los médicos. Recibió con agradecimiento la atención espiritual que le ofrecieron sus
compañeros sacerdotes . Descanse en paz y que siga intercediendo por todos.
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