Esta mañana del 14 de
febrero, fui a la peluquería y eché un vistazo al periódico en el que leí,
desde luego sorprendido, por la falta de estilo y la vulgaridad, el parlamento
(pregón) con motivo de los carnavales. Se ofendía a la Virgen, a Santiago el
apóstol etc.
Había leído hace poco
tiempo sobre los acontecimientos de Fátima, en su centenario, que la Virgen
pedía desagravio por las ofensas contra su Inmaculado corazón. No me lo creía
mucho, pues me parecía imposible que hubiera personas que blasfemen contra María ( ¿qué mal les ha
hecho?). Pero esto me abrió los ojos a
la realidad. Ciertamente, no sé los motivos de fondo de lo ocurrido.
Es sabido que el demonio, el gran amargado, odia de un modo
especial a María, cuyo nombre ni siquiera quiere pronunciar, y , ese odio, lo
lleva a personas concretas que lo difunden. Como no cambien, les veo un mal final.
Cuando salí del peluquero hice el propósito de dar una respuesta
a lo que había leído y empecé por rezar
más rosarios que tanto recomendó la Virgen, pensé de respetar y apreciar más a la
mujer que imitando a María con su buen
hacer y su conducta, extiende por el mundo el perfume de María. Me alegró también
que el arzobispado y otras personas, levantaran la voz contra esos desafueros,
y espero que aun sean más los que lo hagan.
A esa persona, lo digo con franqueza, no la odio, soy capaz
de quererla, incluso me esfuerzo por comprenderla aunque no la conozca, pero le
animo a alistarse en la espiral del bien y la belleza, no en la del mal.
S. Agustín dice que todos los vicios, nacen de la misma raíz: el
amor de si mismo, es decir del egoísmo. Pienso que hay que salir de
ese nivel y pasar al nivel superior que
es servir a los demás, ayudarles y darles alegrías.
Así pues, lo que hay que arreglar es el corazón. Cuando el
corazón está amargado o roto, rezuma lo
que lleva dentro. Ya lo dice el Evangelio que del corazón brotan los robos,
adulterios, injusticias etc. Un corazón así, produce esos
frutos amargos.
¿Qué más decirse
podría
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en tu alabanza y loor,
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después de decir que un día
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fuiste sin mancha, ¡oh María!,
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la Madre del Redentor?
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Corazón que ante tu
planta
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no adore grandeza tanta,
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¡muerto o podrido ha de estar!
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Garganta que no te canta,
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¡muda debiera quedar!
José María Gabriel y Galán
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Espero que haya otras plumas mejores que la mía, que den
respuesta convincente y pública , a esto que no honra a los protagonistas, ni a
la ciudad de Santiago, ni a los que
callan y consienten.
Víctor Manuel Sánchez Lado.
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