viernes, 10 de agosto de 2018

Un paseo pastoral por la parroquia



Llamé a Antonio  Puga, que es voluntario en la parroquia, y le pedí que me acompañara en un alegre paseo pastoral. No puso dificultad

No podía el miércoles,  pero si el jueves. Por tanto salimos el jueves, con buen tiempo  y a la hora convenida y sin un rumbo predeterminado. Salimos  desde la entrada de la parroquia de S. Juan.

Pasamos por un bonito parque,  pulmón de la zona, luego una calle (Santa Comba) y luego la carretera general de Vista Alegre.

Nos encontramos con pocas personas a quienes saludamos sin pararnos. Luego vimos a una señora que le gusta mucho viajar a los santuarios y nos paramos un poquito interesándonos por sus trabajos. 

Luego  fuimos a parar al negocio  de su  marido sin entrar,  pues tenía bastante gente. En las mesas de la calle estaba sentado un señor de larga barba y cabellera abundante que tenía un cierto parecido  con Einstein. Le  hice una broma y nos fuimos.

Luego cruzamos la calle y decidimos, sobre la marcha, explorar una zona que nos llevaba  a un riachuelo y a una agrupación de casas llamada LERMO. Nunca habíamos ido por allí y queríamos saber como era aquella gente y sus casas.
 
La mañana era apacible y fuimos sin prisa. Nos  cruzamos con un chico que me pareció con cara de pocos amigos y que llevaba un perro. Le pregunté el nombre del perro y eso le gustó, nos dijo el nombre y nos sonrió,  hablándonos del perro.
Vimos el rio, una  taberna con varios coches a la puerta, unas casas muy bien restauradas y algún chalé suelto.

No  faltaba ni la fuente, ni el lavadero, pero no vi el crucero que seguramente está por algún sitio. 

Cerca del lavadero había un paisano cortando la  maleza y nos pusimos a hablar con él. Nos dijo que el agua  era potable y rica y allí bebimos para comprobarlo, nos dijo también que el lavadero era antiguo y que  el trabajo de limpiar,  lo hacía él porque los jóvenes no quieren hacerlo.

Subimos un poco más y dimos  vuelta. Ya se acababan las viviendas.

 Al bajar una señora nos saludó desde la ventana de su casa. Nos  conocía y nos pusimos de conversación. Aproveché para decirle que si sabía del algún enfermo, que me avisara. Pues últimamente  repito esto,  con el afán de ayudarles a llevar la enfermedad como una vocación y ocasión de santidad.

Bien, pues la señora me dijo: Si, hay uno que es mi marido, suba a verlo.

Como tengo la teoría de que lo mejor es hacer estos trabajos en caliente, le  dije que sí. Subí charlé con él, le di una bendición y luego bendije al casa y rocié con agua bendita los cuatro puntos cardinales.

 No vi salir a los demonios como le sucedía a un misionero de África que decía que sí, los veía salir, pero me imaginé una salida precipitada de los mismos,  como en tiempos de Jesús.

Este encuentro providencial nos dejó a todos con gran alegría, y ya regresamos a casa. En el camino aun encontramos a una señora mayor que se quejaba de la hora de la Misa en la parroquia y pedía que fuera un poco más temprano para poder asistir a diario. Se hará un poco más adelante.
Y así terminó este grato paseo pastoral.

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