Con frecuencia les pregunto a los peregrinos sobre su experiencia en el
camino. Pues uno, a la puerta del despacho, de pie y sin entrar, tuvo
esta bonita confidencia.
Me dijo que era de Uruguay. Que vino
con muchas ganas de hacer el camino desde Ferrol, por unas peticiones urgentes famliares. Y que después de andar una
jornada sintió un fuerte dolor de rodillas que casi le paralizaba.
Se quedó a dormir esa noche en un albergue, pensando,con tristeza, que al día siguiente tendría que
determinar su decisión de seguir o de dejar el camino.
Cuando sale del albergue a la mañana siguiente, nota de nuevo el dolor, pero a los pocos metros
ve, arrimado a un árbol, un bastón de peregrino, como si Dios se lo dejara allí para él
y le animara a seguir el camino, cosa que hizo y pudo llegar a la meta, a Santiago.
Cuando terminó de contarlo lloraba
como un niño, considerando la bondad de Dios para con él, que hasta le proporcionó un bastón para facilitarle el camino a Santiago.
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