En la Calle Basquiños me encontré con un ciego, no de nacimiento, sino que pasados los años quedó ciego. Iba de ganchete de su señora y les saludé con ánimo.
Me dijo enseguida que como estaba ciego tenía que ayudarse de su señora, dejarse llevar para ir a los sitios. A mí me vino al pensamiento que si no ves, tienes que ayudarte de uno que vea, pero lo que le dije fue que con Dios teníamos que hacer igual cuando no vemos, dejarnos llevar por Él, pues Dios sí ve por donde debemos ir para ser felices y llegar al Cielo.
Aproveché el momento para invitarle a ganar el jubileo que ahora la Iglesia nos regala y, para un enfermo no es necesario visitar la catedral y le pareció bien, deseando hacerlo.
Me despedí y seguí pensando en que yo también he de buscar la luz de Dios y, si no veo, dejarme guiar por él o por alguno de sus representantes en la tierra, y así me irá bien. Gracias Señor, por no dejarme sólo y sin saber cómo hacer.
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