Conocí a varios hijos de madre soltera que fueron para mi un buen ejemplo y una lección. Uno de ellos, una mujer que ya falleció a bastante edad, cuando se presentaba decía enseguida: soy hija de madre soltera.
Vivió bastantes años, trabajó e hizo mucho bien en esta vida. Quería de un modo especial a su madre y contaba que cuando estaba su madre a punto de morir en el hospital, vino del extranjero y fue inmediatamente a visitarla. Las enfermeras le dijeron que estaba inconsciente y no se enteraba de nada, pues bien, esta hija se acercó y no se le ocurrió cosa mejor que cantarle al oído una canción muy conocida en Galicia: Miña nai, miña naiciña. En ese momento abrió los ojos, la miró, esbozó una sonrisa y al poco tiempo falleció. El tener aquella hija desde luego fue un gran bien.
También conocí a un señor, que era hijo de soltera, un hombre hecho y derecho que cuidó de su madre con cariño en sus últimos años. Venía a misa y comulgaba con frecuencia. Es un buen cristiano y un buen hijo. Su madre se vio premiada por su gran categoría humana y cristiana.
Supongo que habrá de todo, pero estos ejemplos pueden servir a fortalecer y animar a las mujeres embarazadas que tienen la tentación a abortar. Hay que ayudarlas, pues a veces existen dificultades reales, pero si las miramos con simpatía y le decimos una palabra de esperanza y rezamos, seguramente seguirán adelante y algún día recibirán su premio y Dios será glorificado.
Pienso que si la mujer no quiere abortar, nadie le puede obligar. Ella es la que manda y la que está llamada a defender la criatura por encima de todo.
Está a su lado mucha gente buena: su comunidad parroquial, la
Iglesia y desde luego Dios y la Virgen que ya tienen planes para cada criatura
que se asoma a la vida en este mundo.
Recomiendo a las madres en dificultad que recen a Dios, pues la oración es muy poderosa; ya lo dice un salmo, al atribulado, Dios lo escucha, y luego que acudan al sacerdote o a asociaciones que le pueden ayudar de diversas formas.(1)
Hay que tener comprensión para estas situaciones dramáticas, participar en la misericordia de Dios hacia el pecador, al que está dispuesto a perdonar, y , al mismo tiempo, darnos cuenta que el aborto es un pecado mortal que ofende mucho al Dios de la vida y que hay que evitar a toda costa, incluso con la propia vida.
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(1) Red Madre tl.698 16 55 82
cof (centro de Orientación Familiar) tl.620 88 01 84
Proyecto Raquel. Atención sicológica. Yolanda: tl.- 646 06 60 20
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