De ellas se aprende alguna lección. No son ciertas pero hay un algo que transmiten que vale la pena: os voy a contar dos.
Carlos Chavarría cerca del Faro Finisterre
el faro de Finisterre
La leyenda de San Guillermo de Finisterre
Hay en Finisterre las ruinas de una ermita dedicada a San Guillermo y dice la leyenda que este ermitaño vivía en la alto de un monte que queda cerca del faro de Finisterre en donde tenía esa ermita para rezar a Dios.
Un buen día bajó al pueblo en busca de alimentos y entre las cosas que subía a su ermita, estaba un barril de vino; era un barril de vino tinto que penosamente iba subiendo por la montaña. En un cierto momento se le acercó un extraño que se le ofreció a ayudarle y entre los dos subieron el barril.
Pero al llegar a la cima, el santo se percató que su ayudante era el demonio en persona y entonces se deshizo del barril y del vino echándolo por el monte abajo hasta que llegó al mar deshaciéndose en las rocas de la orilla.
Aun ahora se pueden ver, yo le he visto , aquellas rocas al pie del monte, todas de color rosáceo y los habitantes de la villa dicen que es del vino de dicho barril que quedó allí para siempre incrustado en las rocas y como lección para las generaciones venideras.
De esta leyenda se puede sacar estas consecuencias. Mira las intenciones del que se ofrece a ayudarte. Cuando tengas sospecha de que algo no es bueno para ti, aléjalo decididamente sin mas rodeos.
La otra leyenda la cuenta Dostoevskij en los hermanos Karamazov
La pone en boca del diablo que le cuenta a Ivan que había un pensador que rechazaba todo: las leyes, la conciencia y la fe y sobre todo la vida futura.
Cuando murió esperaba llegar directamente a las tinieblas y a la muerte y en cambio se encontró con la vida futura. Se indignó y dijo que aquello contradecía lo que siempre había defendido y fue castigado por esto. Bueno, dice Karamazov, todo esto es leyenda.
Fue condenado a andar en las tinieblas por un cuadrillón de kilómetros y cuando terminase se le abrirían las puertas del paraíso y recibiría el perdón. Aquel hombre se quedó parado, miró alrededor y se estiró en medio de la carretera y dijo: no quiero caminar, no camino por principio. Permaneció acostado en la carretera por el tiempo de mil años, después se levantó y se puso a caminar...
¿ Qué sucedió cuando llegó al final?:
simplemente que le fueron abiertas las puertas del paraíso y el entró, allí permaneció dos segundos y después gritó que por aquellos dos segundos valía la pena caminar no un cuadrillón de kilómetros sino un caudrillón de cuadrillones.
Entonó un hosanna tan alto que los primeros que encontró no lo querían ni siquiera estrecharle la mano. Es un leyenda...
De esta leyenda se puede sacar una enseñanza: el cielo es tan bello y atrayente que vale la pena todo tipo de esfuerzos para entrar en el.
Muy bueno don Víctor. Saludos desde Guadalajara, Jalisco
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