Una peregrinación de tradición milenaria a la tumba del apóstol
Urna en donde se encuentran los restos de Santiago |
Han sido muchos los peregrinos, creyentes o no, que han
transitado por los caminos de Santiago. Y desde finales del siglo pasado ha
habido un incremento espectacular, sobre todo en los años jubilares (que tienen
lugar cuando la festividad jacobea coincide en domingo). Para todos, creyentes
y no creyentes, peregrinar, salir de su tierra –geográfica e interior- hacia
una meta, caminando lenta y como sin tiempo tasado, en contacto directo con la
naturaleza, oyendo el sonido del agua, del viento o el canto de los pájaros o
sencillamente el silencio; oliendo la tierra mojada o las mil plantas que
crecen en montes, oteros y praderas; viendo la infinidad de formas y colores
del paisaje; degustando los frutos de temporada recién cosechados y palpando
tantas y tan diversas texturas de la naturaleza, se descubren nuevas
sensaciones y emociones, se restablece una vinculación afectiva con la tierra y
se trasciende hacia horizontes superiores. También hoy peregrinar puede ser una
experiencia inolvidable.
La ciudad de Santiago de Compostela está situada en el
Finisterre europeo. Y hasta allá llega el camino de peregrinación. ¿Con qué
intención se lanza la idea de peregrinar y por qué prende en el pueblo con
tanto éxito Santiago como meta de peregrinación? ¿Sobre qué restos históricos
se fundamenta la certeza de que los restos del apóstol Santiago yacen en
Compostela? ¿Por qué es precisamente entre 820/830 cuando comienza, en
detrimento de Roma o Jerusalén?
Hay unos hechos históricamente probados a los se han adherido no
pocos mitos y leyendas. No es este el lugar de profundizar en esta cuestión. Lo
interesante es poder contemplar hoy la impresionante obra madurada al calor de
creencias religiosas, mitos, leyendas, ilusiones e intereses políticos capaces
de concitar la imaginación, creatividad y maestría de los mejores genios de
sucesivas épocas. Ahí está ahora para nuestro disfrute y reflexión. Acaso no le
falta para su culminación más que recreación e interpretación en nuestro
interior.
Púlpito de la catedral |
En el origen, una tumba
Puesto que la tumba es el origen de la catedral y su
peregrinación, empecemos por ahí, por la visita a la catedral.
Allá por el lejano 813, en territorio inconquistado por el
islam, se produce un misterioso descubrimiento: un cementerio de origen romano,
mantenido en sus funciones durante el período suevo y visigodo. Pero para
entonces ya estaba abandonado, si bien no del todo desconocido. Está ubicado en
un lugar de importante desnivel, cercano a un antiguo castro. Dato significativo,
puesto que la construcción de la catedral va a suponer un esfuerzo añadido.
Hubo que realizar un gran desmonte (¡de un terreno granítico y sin
excavadoras!) en la cabecera del templo para hacer coincidir el emplazamiento
del altar mayor con la tumba y elevar el nivel en los pies. Otro tanto sucede
con las naves de crucería. Ha de subirse una buena escalinata para entrar al
recinto por la puerta meridional (Platerías) y la misma solución para salir por
la puerta norte (Azabachería)
Santa Salomé , madre de Santiago |
El momento histórico del descubrimiento es igualmente sugerente
para nuestra reflexión. Coincide con la etapa de despliegue esplendoroso del
Califato de Córdoba que llegará hasta la muerte de Almanzor. No es de extrañar
pues que los cristianos utilizasen los recursos más diversos para su defensa:
desde amurallar el pequeño villorrio hasta atraer monjes benedictinos que se
encargasen de vigorizar el cristianismo y echar a andar la conveniencia
espiritual de peregrinar a lugar considerado sagrado desde la antigüedad, donde
fue enterrado el apóstol fogoso y dispuesto a conquistar un lugar de honor a la
derecha de Jesús en su reino celeste.
De principios del siglo XII, es tal la afluencia de peregrinos
que se hace necesaria la construcción de un templo más amplio y acorde con la
idea de victoria. Es la mejor recompensa y propaganda que puede hacerse en el
momento. El nuevo templo es causa-efecto de los cuantiosos aportes de
peregrinos, de burgueses (lo demuestra la existencia de la tumba de un banquero
en la capilla axial del ábside, la más antigua), del clero y hasta de reyes.
Para facilitar el peregrinaje, el monje benedictino Aymeric Picaud escribe la
primera guía del peregrino, incluida en el Códice Calixtino. Además de consejos
espirituales, incluye descripción detallada del camino, hospitales,
hospederías, etc. Se trata sin duda de la primera guía turística.
Las investigaciones arqueológicas de mitad del siglo pasado han
puesto al descubierto la existencia de varias tumbas en el subsuelo de la
catedral, una de ellas de arcosolio, modelo de enterramiento de origen
paleocristiano reservado para mártires.
Hubo dos basílicas anteriores a la actual. La segunda
quedó arrasada, como toda la ciudad, en la razia de Almanzor de 997. La actual,
la tercera, es muy superior en dimensiones, materiales constructivos y
decoración a las anteriores.(continuará)
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