Un pequeño y agradable
suceso de estos días me hizo pensar como con pequeñas cosas, favores sencillos
que hacemos espontáneamente a los demás y sin esperar recompensa, se puede dar
alegrías.
Fui a una gasolinera
a lavar el coche. Me di cuenta que los
pájaros habían ensuciado la parte
delantera, parabrisas y capó, y me decidí a lavarlo.
Cuando entré
en uno de esos departamentos con agua a presión, estaba allí un señor, para mi totalmente
desconocido, y le pregunté como se hacía. Me lo explicó y me dijo que tenía
que ir a comprar una ficha para que funcionara; cuando anduve unos pasos me llamó y me
ofreció una suya que ya no le hacía falta, pero no sólo eso, luego va a coger el cepillo con jabón y se pone a
limpiar lo más gordo que era bastante. Al fin, me deja a que yo siga con el agua
a presión.
Me quedó un buen
sabor de boca para todo el día, pues no le dio importancia y me lo hizo con ganas de servir, de ser útil.
Me acordé de aquel punto de Camino: sé
útil, deja poso, ilumina con la luminaria de la fe y del amor…
Después pensé en tantas cosas pequeñas que he visto, en mi
vida y en la de otros, que dicen mucho del ser humano que no es tan egoísta como
a veces se pinta.
Por ejemplo sé de un
abuelo que salió por las calles de Santiago y los cordones de un zapato se le
soltaron. Como era mayor, le era difícil
arreglarlo sin sentarse y, en la calle, no hay asientos. Una señora lo vio y le
dijo: párese un momento que le ato el zapato. Así lo hizo y le ató el zapato,
siguiendo su camino con seguridad. Desde luego no se conocían de nada.
Un hippy iba maldiciendo por la calle de que sus zapatos
cogían agua por todos los lados, otro que lo vio se quitó sus propios zapatos y
se los dio. Este siguió descalzo hasta su casa que tenía cerca.
En varias ocasiones le pedí dinero a mi coadjutor para hacer
un pago que yo, en ese momento, no podía hacer porque no me llegaba lo que tenía, y no me dio lo que le
pedía sino que me dio la cartera para que yo cogiera lo que quisiera. Quedé
también conmovido por esta confianza.
Hay una señora que
hace recortes de revistas de noticias que piensa le puede interesar a
otras personas y se los lleva de vez en
cuando.
Conocí a un seminarista que le salía el ayudar. Te veía con
las llaves en la mano para abrir una puerta y te las cogía haciendo él ese trabajo. Lo mismo si te
veía hacer algo, si podía, te sustituía sobre la marcha. Tenía el
carisma de servir, muy del Evangelio.
En una ocasión estuve convaleciente y me visitó un amigo
trayéndome unos churros de un fabricante
de feria que era especial y pensó que me iban a gustar. Los churros le
gustan a todo el mundo.
Luego yo también hice algo parecido con algunos enfermos, que lo agradecieron mucho, no por el valor sino por el detalle.
Luego yo también hice algo parecido con algunos enfermos, que lo agradecieron mucho, no por el valor sino por el detalle.
También me gustó
mucho que me llamaran a una hora intempestiva para atender a un enfermo grave.
Me encantó la confianza en que lo iba a
hacer con alegría, como así fue.
Se podría seguir contando
detalles. Estoy seguro que habrá tantos que tienen esta agradable experiencia, que es tan de la vida de los seguidores de
Cristo y que hace que la vida sea bendecida por todos.
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