Un
día normal del mes de Marzo, empieza nublado, con un poco de lluvia y por la
tarde el sol ilumina el todo panorama maravilloso del Santiago Compostela.
Así es lo normal aquí, que me parece en
otras zonas es un poco raro.
Además
de ser Miércoles Santo, esté día tan normal de lo que parece, se convirtió en
algo extraordinario. En mi tierra, Filipinas, llegar en la edad 90 es algo
sobrehumano. Quizá por el estilo de vida o porque nos falta la tarta de
Santiago.
Esté día, junto con el buen párroco de la Parroquia San Cayetano, Don
Victor Sanchez y mi compañero seminarista, Juan Alberto Landín fuimos a visitar
a un gran sacerdote, Don Bernardino, más de 90 años. Y más de 50 años siendo
sacerdote.
Como
un buen gallego, no olvida las palabras “no sabes” o “depende”. Pero lo que me
marcó mucho es la manera como cuida sus ovejas, el pueblo que Dios le concedió. Hasta en ese momento
todavía celebra la misa, cada día.
Y de una manera especial, en cada misa, cuando
participaban algunos peregrinos jóvenes, lo aprovecha para preguntar si alguna vez
en sus vidas habían planteado la vocación sacerdotal y les invita a meditar
sobre ello. Una persona que sabe está bendecida con una gracia maravillosa debe
ser muy agradecida e invita siempre a los demás en ese buen camino.
Al final,
antes de despedirnos de Don Bernardino, hemos pedido su bendición. Un seminarista,
que solo espera algunas semanas para ordenarse de diacono, aquella bendición se
inculcó no solo en mi mente sino más en mi corazón. Ser feliz en vuestra vocación y ser fiel hasta el final.
John Alfred
Fui con los seminaristas Alfred y Juan
Alberto (1), a Finisterre, en plan descanso de la Semana Santa y
fuimos bordeando por la costa de Noya y Muros. Nos paramos en
Muros a ver la iglesia en la que estaban varias personas muy
enfaenadas con los preparativos para la Vigilia pascual.
Alfred y Juan
Alberto (de rojo)
|
Pero allí nos enseñaron una
curiosidad; una imagen de santa Ana cuyo brazo se le puede quitar y
fue usado en otros tiempos, según nos contó un muradano residente en Madrid,
para llevar a mujeres de difícil embarazo y tenían el brazo de Santa
Ana en casa y le rezaban. Parece ser que esa oración era eficaz. Ahora
está en el museo, en su sitio y para vista de todos.
Luego pasamos por Carnota en
donde nos acercamos a ver el famoso hórreo, uno de los
más grandes de Galicia.
Ya en Corcubión nos
acercamos a ver la iglesia pero estaba cerrada, rezamos un padrenuestro
a la puerta, pues el Señor no tiene barreras.
Por fin enfocamos hacia Finisterre. Nos
llamó la atención ver a muchos caminantes o peregrinos que iban hacía el faro
de esta villa y desde luego un gran número de coches, incluso
autobuses. La mayoría gente joven y alegre.
En el entorno del faro se
está bien, hay unas hermosas vistas, sacamos unas fotos y recordamos alguna leyenda
del lugar, como la leyenda de San Guillermo o el de la " Cova do
incanto".
Me dio alegría ver que el crucero, que
había sido destruido hace unos años, ahora se ha repuesto en su
sitio, en lo alto de un peñasco, un
crucero nuevo, digno para ese lugar.
Y , ya de retorno, paramos en
Sardiñeiro en casa Lestón que tiene una fama bien ganada por los chipirones en
su tinta que son deliciosos.
Luego ya, por
el camino más corto, hasta Santiago, para la Vigilia pascual.
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(1) John Alfred Buyao Millado
es de filipinas, diócesis de Tarlac. En breve será ordenado de diácono en el
seminario internacional Bidasoa, de Pamplona.
Juan Alberto Morales Landín es de
México de la diócesis de Celaya. Es el primer año que está en España, también
en Bidasoa.
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