Alexia González Barros, Pietro de Vitale y Carlo Acutis son
los nuevos venerables que ha declarado
la Iglesia en el mes de julio de este año.
Alexia |
Alexia es muy conocida en España y su devoción corrió por
muchos lugares. Nació un 7 de marzo de 1971 en Madrid. La última de cinco hijos. Respiró la piedad en su familia
que era del Opus Dei, de un modo especial de su madre. Hizo su primera comunión
a los 8 años en Roma.
En diciembre de 1984 advirtió un dolor en la espalada que al
principio no le dieron importancia pero dos meses después se le declaró como un tumor
con metástasis ya extendida.
Fue el comienzo de una dura prueba que Alexia vivió con
fortaleza sobrenatural, ofreciendo sus sufrimientos por la Iglesia y su
familia.
Falleció el 5 de diciembre de 1985. Tenía 14 años. En junio
de 1994 se concluía en Madrid la fase diocesana del proceso de beatificación. Ahora
el Papa
declara sus virtudes heroicas y es
venerable.
Pietro Di Vitale fue seminarista en Palermo. Murió a los 23
años. Tenía como meta la propia santificación y la santificación de los demás.
Di vitale, seminarista. |
En
su diario personal escribía: el Señor me ha dado una buena inteligencia y una
voluntad enérgica, cualquier día de estos deberé dar cuenta de estos grandes
dones, por eso es necesario que les dé buen uso para hacerme santo y dar toda
la gloria a Dios.
Era muy estimado de compañeros y superiores, se dedicó al
estudio y a la oración y ofreció su enfermedad por la conversión de todos.
Carlo Acutis nació el 3 de mayo de 1991 en Londres en donde
se encontraban sus padres por motivos de trabajo. No recibió de sus padres una
formación cristiana y vivió como un joven
despierto, extrovertido, apasionado de los ordenadores. Murió en el 2006 a los
15 años, a causa de una leucemia fulminante.
Acutis |
Es él quien trasmite a su familia la piedad cristiana. Busca la misa diaria, ama
la Eucaristía y la adoración y tiene el sentido del cielo. Todo esto lo recibió,
dice su biógrafo, de un modo misterioso.
La intensidad de su vida cristiana y el pensar en los demás
impresionaron a sus conocidos. Murió en el corto tiempo de una semana en el
hospital San Gerardo de Monza.
Todos los días pasaba, en el hospital, antes de nada, por la
capilla y después de saludar a Jesús en el tabernáculo pasaba a rezarle a la
Virgen de Fátima y salía de allí sonriendo y feliz.
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