El médico respondió: - No lo sé.
El enfermo insistió: - ¿Cómo es posible que usted, un hombre cristiano, creyente, no sepa lo que hay al otro lado?
En ese momento se oían gruñidos y arañazos del otro lado de la puerta. El doctor la abrió, y su perro entró moviendo la cola, haciendo fiestas y saltando hacia él.
El doctor le dijo al enfermo: - Fíjese Vd. en mi perro. Él nunca había entrado en esta casa. No sabía nada de lo que se iba a encontrar al entrar en esta habitación. Sólo sabía que su amo estaba aquí dentro. Y por eso, al abrirse la puerta, entró sin temor a mi encuentro. Pues bien, *yo apenas sé nada de lo que hay al otro lado de la muerte. Solo sé una cosa. Mi Señor está allí, y eso me basta».*_
(Citado por Juan Manuel MARTÍN-MORENO en Sal Terrae 1100)
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