En preparación a la beatificación de Juan Pablo II quiero difundir alguna de las anécdotas que han publicado los libros.
La de hoy es de cuando los venerables restos del Pontífice fueron trasladados a la Basílica Vaticana. Empezó la peregrinación mundial que semejaba un abrazo afectuoso y agradecido al hombre que de manera incansable había caminado como peregrino del Evangelio por los senderos del mundo.
Durante la primera noche, mientras la muchedumbre pasaba en silencio y con lentitud delante del Papa, me oí llamar por un hombre que se había acercado a las vallas que se habían colocado para delimitar el espacio entre la muchedumbre y el féretro.
Me dijo: "Padre, quisiera arrodillarme delante del Papa. ¡ayúdeme a pasar por favor!".
Con amabilidad pero también con un poco de firmeza, le contesté:"¡Señor , compréndalo: hay tanta gente!...No es posible. Tienen que contentarse con pasar por delante"...
El buen hombre insiste. Me toma la mano y casi con lágrimas en los ojos, me repite: "tengo que arrodillarme delante del Papa. Tengo que darle las gracias. Yo había perdido la fe y me había alejado por completo de la Iglesia. La fe de aquel hombre - y apuntó con el dedo hacia el Papa - me ha devuelto la fe
Lo dejé pasar.
Se acercó y rezó de rodillas
Quedé detrás de él y me di cuenta de que estaba llorando, presa de una incontenible emoción.
Luego se levanta y se aleja ( en: Dejadme ir a la casa del Padre)
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