Me dijo el señor, que me lo recomendó, que era un postre sabrosísimo y muy bueno para el cuerpo.
Le contesté que si era así, que también sería bueno para el alma, pues ante una cosa así de buena no queda más remedio que alabar a Dios por las cosas maravillosas
que nos ha dejado.
A la noche al llegar a casa hice la prueba y tengo que decir que es una buenísima combinación.
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