Había un niño en el cate que tenía varios hermanos y sus
padres lo traían para prepararse a la Primera
comunión. Tendría unos 9 años, quizá menos.
Un día la catequista se me acercó un tanto preocupada , a solas y con
mucha circunspección. Al final me dijo que este niño decía una y otra vez: odio
a Dios, lo odio. Lo decía cuando la catequista le hablaba de él y de su amor por
nosotros. Ella le contestaba, pues Dios
a ti te ama. Pero no lo desmontaba de esa
idea.
Pasado poco tiempo
empezó a decirle a la catequista que la odiaba a ella, y la catequista
le respondía: pues yo a ti te amo, te amo. Así pasaron los días y llegó un
momento que tuvo un gran cambio y fue cuando vio que la catequista le defendía ante
el padre, pudiendo acusarlo. El padre le preguntó como se portaba y si tenía alguna queja, pero la catequista dejó quedar bien al niño.
Ahora el niño ya adolescente, la quiere con todo su corazón y habla con mucha frecuencia
de ella y le dice que nunca la olvidará. También ama a Dios.
Esa actitud es un buen ejemplo para los mayores. Si alguien nos
dice que no nos quiere, podemos contestarle, pues yo a ti sí, te quiero. O si nos reprocha que no le
interesamos, le decimos: pues tú me
interesas etc. El amor y la generosidad al final vencen.
Era lo que hacía San Félix de Cantalicio. Este era un capuchino
que pedía limosna para el convento por
las casas y calles de Roma y a veces le insultaban. El se volvía al que lo
insultaba y le respondía: Que Dios te bendiga y haga santo.
S. Felix. Autor Rubens
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