Ella era una mujer de
aldea, sencilla, criada en el campo en contacto inmediato con la naturaleza. No
llegaba a los 70 años. Muy habladora, hablaba por los codos, pero también
escuchaba. Podría decirse que era la típica mujer de aldea que trabaja mucho, reza mucho y no se da importancia.
La conocí cuando
cuidaba a su marido enfermo en casa, con una larga enfermedad. Un día fui a
verlo y escuchaba los comentarios de su mujer.
El marido le llevaba unos diez
años y desde su noviazgo, pero especialmente después de casados, estaba
orgulloso de su mujer. Presumía ante sus amigos de sus buenas cualidades y
hablaba maravillas de ella. Me recordaba las exclamaciones de Adán cuando ve
por primera vez a Eva, que queda admirado de aquella compañera que Dios le
había dado.
Siempre estuvieron muy unidos y procuraban complacerse
mutuamente. Era el suyo un amor correspondido.
Cuando enfermó el marido, lo cuidó muy bien. Se fijaba en todos
los detalles y el amor le hacía descubrir cómo tratarlo. Ay !, qué grande y bello es el amor que nos enseña tanto,
aun si tener especiales estudios y
cultura.
Desde el Hospital le enviaron una enfermera
experimentada para que le explicara cómo había que moverlo, alimentarlo
etc. Cuando llegó se puso a dialogar con
la esposa y comprobó que hacía todo lo que era correcto y no le corrigió en nada
sino que la animó a seguir en aquella línea de actuación que ya llevaba.
A esta mujer se le notaba
que estaba enamorada de su marido y tanto es así que yo empecé a
llamarla La enamorada. Los años no empequeñecieron el amor sino que le dieron
madurez y lo fueron limpiando del posible egoísmo que a todos nos afecta.
Pasados los años, ya fallecido el marido me la encontré de
nuevo y seguía recordando aquella aventura
de amor - no de egoísmo -que les había hecho tan felices. Ahora es ella la
impedida, pero Dios le ha premiado con
una hija y un yerno y nietos que la miman cuidándola lo mejor que pueden.
De esta historia podemos aprender muchas cosas, pero querría
resaltar la belleza de darse a los demás, de servir, que lleva consigo un premio inmediato. Y
desde luego también en el Cielo.
También del amor humano se puede pasar al amor a Dios, tiene un gran parecido en sus reacciones y consecuencias.Dios también tiene corazón y quiere ser bien tratado por el hombre a quien ama tanto.
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