Salí con Renato a enseñarle
Santiago, viendo las calles, señalando algún monumento y sus historias y
disfrutado del ambiente de las rúas. No creo que hoy fuese un día especial.
Vimos a Santa Clara, que nos coincidía en camino, y alli recordamos por que tiene en la mano una custodia con la imagen de la hostia santa.
Un día las clarisas de Asis vieron entrar unos ladrones por los muros del convento y, llenas de miedo, acudieron a Santa Clara que estaba enferma. Ella les mandó traer el copón con las sagradas formas, lo asomó a la ventana hacía los ladrones y estos huyeron espantados. Ese es el origen de esa imagen.
Pasamos por la calle de la Troya en donde está la Casa de la Troya que ahora es museo y que tiene como música de fondo el libro de Pérez Lugín con las historias de la estudiantina de Santiago.
Un día las clarisas de Asis vieron entrar unos ladrones por los muros del convento y, llenas de miedo, acudieron a Santa Clara que estaba enferma. Ella les mandó traer el copón con las sagradas formas, lo asomó a la ventana hacía los ladrones y estos huyeron espantados. Ese es el origen de esa imagen.
Pasamos por la calle de la Troya en donde está la Casa de la Troya que ahora es museo y que tiene como música de fondo el libro de Pérez Lugín con las historias de la estudiantina de Santiago.
Luego entramos en Cervantes (la Plaza), con tiendas de
anticuarios al aire libre. Venía en ese momento un grupo numeroso de
peregrinos jóvenes, todos vestidos de
rojo con su bandera. Al entrar en la plaza dieron vivas a Murcia y a Santiago.
Un transeúnte, quizá también peregrino,
dio un viva a la Virgen del Pilar, que
todos corearon con alegría.
Pasamos el Arco de Palacio en donde un gaitero y un tamborilero
tocaban y se movían al son de la música gallega. De lejos les escuchaban y
aplaudían, pero no se acercaban, tal vez para no verse obligados a dar la
propina.
La plaza del Obradoiro era una fiesta. Gente joven iba y
venía. Una pareja de peregrinos nos preguntó por la oficina del
peregrino para pedir la Compostela. Les pregunté si se habían portado bien y
les encaminé a dicha oficina.
Miramos la imponente fachada de la catedral, hecha sin
andamios, ni grúas modernas. Parece ser que una larga rampa de tierra permitía
ir subiendo las piedras e ir construyendo las bellísimas torres. Echamos una
mirada a Santa Bárbara que está protegiendo las torres de rayos y truenos.
En la esquina del
rectorado había un grupo con gaitas, acordeón y panderetas que cantaban con
entusiasmo conocidas melodías gallegas.
Ya en la Quintana miramos una larga cola de gente que,
pacientemente, esperaba entrar en la
catedral.
Había también dos jóvenes disfrazados, uno de Santiago apóstol, subido a una tarima y
otro de Gandhi, todo de blanco de arriba abajo, pero no desnudo como en el original, pero con un gran parecido físico.
Ahora nos tocará entrar en alguno de los numerosos y bien dotados museos, como el de Tierra Santa, ubicado en la iglesia de San Francisco, o el de San Pelayo o los museos de la Catedral, pero eso es cosa para otro día.
Ahora nos tocará entrar en alguno de los numerosos y bien dotados museos, como el de Tierra Santa, ubicado en la iglesia de San Francisco, o el de San Pelayo o los museos de la Catedral, pero eso es cosa para otro día.
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