Fallece en la tarde del 12 de diciembre día de la Virgen de
Guadalupe. Era el sucesor de dos santos, S. Josemaría Escrivá y el beato Álvaro del Portillo.
Se le podía seguir a través de las cartas mensuales, cartas
de familia, que se encuentran en internet. Estas cartas manifiestan puntos de actualidad que pueden servir
de lucha
personal. Están generalmente unidos o
relacionados con intenciones del Papa.
Yo me encontré personalmente con D. Javier en tres
ocasiones. Otros desde luego podrán decir muchas más cosas y tendrán una amplia
experiencia de trato.
En una ocasión estando en el Año sacerdotal en Roma, fui con
un amigo a la Plaza de San Pedro. Había una celebración que estaba a punto de terminar.
Recuerdo que para los que estaban dentro habían
habilitado un pasillo vallado por el centro de la plaza. El público se
acercaba a esas vallas para ver pasar a los que salían. Nosotros sabíamos que
estaba D. Javier y que seguramente le veríamos pasar, como así fue. Iba acompañado
de otros sacerdotes y al verle le
llamamos. Se acercó a nosotros y le dijimos en pocas palabras de donde éramos y qué hacíamos en Roma. Rápidamente
nos dijo que había que llenar esto, no la plaza de S. Pedro sino los
seminarios. Se veía que esa era su preocupación: las vocaciones al sacerdocio. Nos
bendijo y siguió su camino.
En otra ocasión, en el año 2010, estaba también en Roma y celebraba
mis Bodas de Oro sacerdotales. Pedí hablar con el Padre y me dieron una hora, a
las 7 de la tarde más o menos. Éramos unas
15 personas en el aula. Nos habló y luego fue saludando una a una, eran
matrimonios que estaban de paso. Cuando llegó a mí, le dije que estaba celebrando las Bodas de
Oro. Se alegró conmigo y me comentó que a lo mejor sentía mis manos vacías,
pero Jesús y María suplían nuestras
deficiencias.
Y la tercera vez fue un encuentro fortuito en el Colegio
romano. Nos estaba enseñando, a unos
pocos, la casa, D. Javier Izco y, en un
descansillo, encontramos al Padre. Pude notar que la fraternidad no sólo la
predicaba sino que la vivía intensamente. Se notaba en todo aquel ambiente qwue era de afecto
y alegría y allí se palpaba.
También tengo el grato recuerdo de una carta. Cuando falleció mi padre le escribí y se lo contaba
diciéndole que aparte de Dios ya no me quedaba en la tierra un padre o una
madre, pero que lo tenía a él. A vuelta de correo me contestó con diversas
consideraciones y termina con una bendición de
tu padre Javier. Las palabras tu
padre, estaban subrayadas como dándome respuesta.
Estos son unos sencillos recuerdos que en muchos años me han
ayudado y confortado.
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