Una historia reciente es la que sigue:
Un joven sueco y un alemán llegaron juntos al anochecer a Lavacolla, un pueblo a
7 kl.de Santiago.
Como estaban cansados
y tenían hambre, llamaron a la primera
casa que encontraron, justo al lado del
camino y les salió una señora. Ellos le
dijeron que querían saber si habría un sitio en donde pudieran comer algo. La señora les dijo que a aquella hora todo
estaba cerrado.
Pero sintió compasión
y les dijo que entraran en su casa. Entonces lo primero que les ofreció fue poder ducharse, pues se les veía
sudorosos y cansados. Después de duchados, no sabían cómo y cuanto agradecerlo.
Luego les sentó a la
mesa y les trajo una buena fuente de
huevos fritos y chorizo que a todo el
mundo les gusta. Aquello fue como un regalo caído del cielo. Y después de conversar un rato
salieron a montar sus tiendas en las cercanías.
Peregrinos de Badajoz con su párroco |
Y, cuenta la señora, que muy de
mañana sintió ladrar a los perros y esa era la señal de que ya se iban.
Supongo que esta sencilla historia luego se sabrá por Suecia
y Alemania.
En ese mismo pueblo hay un bar del que yo conocía al dueño.
Un día le pregunté cual era su trato con los peregrinos. Y, ante mi admiración, me contó que no les
cobraba las consumiciones. Entonces le dije que, si seguía así, se iba a arruinar. Pero él me dijo que no,
pues el peregrino no sabe que es gratis y entonces pide justo lo que necesita y
no lo más caro sino procurando que tenga un buen precio.
Al final no les cobra,
ante el gran asombro y agradecimiento de
los peregrinos. Me dijo que se sentía bien pagado con esas manifestaciones de
sorpresa y las cartas que recibía, desde
centro Europa, agradeciéndole su gesto humanitario.
Hay otra señora por la zona del Ulla que sale a dar un paseo,
a la mañana temprano, y a veces pasa un grupo de peregrinos –cuatro o cinco- y
les saluda y, si hablan francés, les habla
en francés y les invita a desayunar.
Desde luego los peregrinos siempre aceptan y quedan contentos y agradecidos, pero también la señora disfruta haciendo este favor.
Desde luego los peregrinos siempre aceptan y quedan contentos y agradecidos, pero también la señora disfruta haciendo este favor.
Estas pequeñas y sabrosas historias las sé, no por boca de
los peregrinos sino porque me las han contado los protagonistas que hacen estas buenas obras.
Pero los peregrinos hablan mucho de la fraternidad y de los mucho que les afecta para el bien de su vida.
Pero los peregrinos hablan mucho de la fraternidad y de los mucho que les afecta para el bien de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario