sábado, 1 de septiembre de 2018

Historias del Camino de Santiago



Una historia reciente es la que sigue:
Un joven sueco y un alemán llegaron juntos  al anochecer a Lavacolla,  un pueblo a  7 kl.de Santiago. 

 Como estaban cansados y tenían hambre, llamaron a  la primera casa que encontraron,  justo al lado del camino y les salió  una señora. Ellos le dijeron que querían saber si habría un sitio en donde pudieran comer algo. La   señora les dijo que a aquella hora todo estaba cerrado.

 Pero sintió compasión y les dijo que entraran en  su casa. Entonces lo primero que les ofreció  fue poder ducharse, pues se les veía sudorosos y cansados.  Después  de duchados, no sabían cómo y cuanto agradecerlo.

 Luego les sentó a la mesa y les trajo una  buena fuente de huevos fritos y chorizo  que a todo el mundo les gusta. Aquello fue como un regalo  caído del cielo. Y después de conversar un rato salieron a montar sus tiendas en las cercanías. 

Peregrinos de Badajoz con su párroco
Y, cuenta la señora, que muy de mañana sintió ladrar a los perros y esa  era la señal de que ya se iban.
Supongo que esta sencilla historia luego se sabrá por Suecia y Alemania.

En ese mismo pueblo hay un bar del que yo conocía al dueño. 

Un día le pregunté cual era su trato con los peregrinos. Y,  ante mi admiración, me contó que no les cobraba las consumiciones. Entonces le dije que,  si seguía así,  se iba a arruinar. Pero él me dijo que no, pues el peregrino no sabe que es gratis y entonces pide justo lo que necesita y no lo más caro sino procurando que tenga un buen precio.

 Al final no les cobra,  ante el gran asombro y agradecimiento de los peregrinos. Me dijo que se sentía bien pagado con esas manifestaciones de sorpresa y las cartas  que recibía, desde centro Europa, agradeciéndole su gesto humanitario.
 
Hay otra señora por la zona del Ulla que sale a dar un paseo, a la mañana temprano, y a veces pasa un grupo de peregrinos –cuatro o cinco- y les saluda y, si hablan francés,  les habla en francés y les invita a desayunar.

 Desde luego los peregrinos  siempre aceptan y quedan contentos  y agradecidos, pero también la señora disfruta haciendo este  favor.

Estas pequeñas y sabrosas historias las sé, no por boca de los peregrinos sino porque me las han contado los protagonistas que hacen estas buenas obras.
 
Pero los peregrinos hablan mucho de la fraternidad y de los mucho que les afecta para el bien de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario