Un amigo mío, joven, fue citado para una operación de
cadera.
De víspera me llama por teléfono que quiere hablar conmigo. Como
estaba a punto de salir a hacer una gestión, se lo dije así, pero él me dijo
que quería verme pues quería recibir la unción de enfermos y me explicó el por
qué. (1)
Entonces pospuse mi gestión y le esperé. No tuve
inconveniente en cambiar de planes ante lo importante de lo que se me proponía.
Me pareció un buen ejemplo a seguir. Seguramente
no pasa nada pues es algo que hacen los cirujanos todos los días, pero nadie sabe si surgirá alguna
complicación y, por tanto, como dice el refrán vale más prevenir que curar.
Vino después de unos 20 minutos y entonces tuvo el servicio completo.
Confesión, comunión y unción de enfermos.
Se marchó contento y yo también quedé satisfecho, viendo como hay cristianos que aprecian su
alma y la preparan en todas las oportunidades. Lo de aquí es pasajero, lo que
viene después es definitivio.
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(1) Sujeto de la Unción de los enfermos
Sujeto de la Unción de los enfermos es toda persona bautizada, que haya alcanzado el uso de razón y se encuentre en peligro de muerte por una grave enfermedad, o por vejez acompañada de una avanzada debilidad senil .
A los difuntos no se les puede administrar la Unción de enfermos.
Para recibir los frutos de este sacramento se requiere en el sujeto la previa reconciliación con Dios y con la Iglesia, al menos con el deseo, inseparablemente unido al arrepentimiento de los propios pecados y a la intención de confesarlos, cuando sea posible, en el sacramento de la Penitencia. Por esto la Iglesia prevé que, antes de la Unción, se administre al enfermo el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación .
Efectos de la Unción de enfermos En cuanto verdadero y propio sacramento de la Nueva Ley, la Unción de los enfermos ofrece al fiel cristiano la gracia santificante; además, la gracia sacramental específica de la Unción de enfermos tiene como efectos:
— la unión más íntima con Cristo en su Pasión redentora, para su bien y el de toda la Iglesia (cfr. Catecismo, 1521-1522; 1532);
— el consuelo, la paz y el ánimo para vencer las dificultades y sufrimientos propios de la enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez (cfr. Catecismo, 1520; 1532);
— la curación de las reliquias del pecado y el perdón de los pecados veniales, así como de los mortales en caso de que el enfermo estuviera arrepentido pero no hubiera podido recibir el sacramento de la Penitencia (cfr. Catecismo , 1520);
— el restablecimiento de la salud corporal, si tal es la voluntad de Dios (cfr. Concilio de Florencia: DS 1325; Catecismo, 1520);
— la preparación para el paso a la vida eterna. En este sentido afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «Esta gracia [propia de la Unción de enfermos] es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente la tentación de desaliento y de angustia ante la muerte (cfr. Hb 2,15)» (Catecismo, 1520).
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