Mientras unos
novios esperaban turno para entrevistarse con su párroco, comentaban que
querían casarse para, al fin, ser libres. Otro que los escuchó, luego comentaba
que le parecía un poco equivocado su planteamiento, ya que, aunque se pierden
parcelas de libertad al contraer matrimonio, primero hay que saber qué tipo de
libertad se busca, cuál se pierde, cómo se solucionan las discrepancias...
En esta misma
línea me he encontrado algo de todo: desde una novia que de su novio no conocía
más que el nombre ( y nada de apellidos y mucho menos del nombre de sus futuros
suegros ; eso ya era para nota) hasta bastantes contrayentes que no
saben
qué piensa su futuro cónyuge sobre muchos puntos capitales como la verdad
de Dios, la verdad de la Iglesia, la confesión, los hijos... En tantas horas
que han estado juntos... ¿ de qué han hablado ?.
Le oí contar
una vez a un abuelo que en el matrimonio había que comportarse como Santo Tomás cuando en sus libros se planteaba las
cuestiones, pues primero pone una lista de dificultades y luego pone las
razones favorables al enunciado.
Según este abuelo, habría que coger un papel y
hacer en él dos columnas. En una de ellas habría que escribir aquello por lo que uno cree que
no le convendría la persona con la que pretende contraer matrimonio, y en la
otra, todo aquello que le encuentra positivo a esa persona. Luego habrá que
decidir sopesando la información detallada en las dos columnas, es decir,
contrastando los defectos con las virtudes o las ventajas con los inconvenientes.
Conocerse y aceptarse, que el negocio es para toda la vida.
A este
propósito me acuerdo de un matrimonio de
más de 40 años de convivencia marital que me llamó la atención por lo bien que
se llevaban, a pesar de ser el marido un alcohólico perdido y un “ faltón” .
Hablando un día con la esposa, ésta me
dijo que de novios él ya era así y que lo aceptó porque quería casarse y tener
hijos. Como eso ya lo había conseguido, el resto de los inconvenientes los
aceptó con resignación como una penitencia más en la vida, por lo que nunca se
sintió desdichada.
A modo de
ejemplo, vamos a hacer ahora esas dos columnas de las que hablaba el anciano y
experimentado abuelo:
Defectos :
Virtudes :
perezoso
sincero
falso
laborioso
impuntual
guapo
mujeriego educado
sin
criterios
ahorrador
cerrado
desprendido
sin fe
religiosa
con fe religiosa
poco amante de
los niños
manitas
hijo único varios
hermanos
familia
extraña
dialogante
protestón
culto
susceptible
desprendido
Ahora habría
que ir puntuando cada una de esos defectos y virtudes y hallar la media. Si
esta es positiva, la pareja está en condiciones de poder decir el “sí quiero”.
Vamos a poner
ahora unas tablas reales con la opinión de un novio sobre su novia :
Defectos :
Virtudes :
enfadadiza
cariñosa
descuidada
amable
protestona
hogareña
cambiable sensible
orgullosa
honrada
No deberían
casarse las personas que no reúnan unas mínimas condiciones de constancia y de
altruismo para poder afrontar el futuro con ciertas garantías y con esperanza.
Lope de Vega,
hablando de las cualidades de la mujer, decía :
Está la discreción de una casada
en amar y servir a su marido
en vivir recogida y recatada
honesta en el hablar y en el vestido ;
en ser de la familia respetada
en retirar la vista y el oído
en enseñar los hijos, cuidadosa
preciada más de limpia que de hermosa
( En “La dama boba”, escena IV).
De los maridos poco opinaba, pero lo
suficiente :
Vivirás bien empleada
en un marido
discreto
¡desdichada de la dama
que tiene un marido necio !
(Escena XVII de “El caballero de Olmedo”).
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