A Joaquina Barral Iglesias, todos la conocíamos como
Quinita. Falleció el 5.5.2019.
Fue casada y quedó viuda joven , dedicándose a sus hijos
y colaborando con su hermano sacerdote desde muy pronto.
En su casa recibió a sacerdotes, seminaristas y jóvenes
que por diversos motivos se reunían especialmente para encuentros formativos
entorno a su hermano D. Alejandro.
Vale la pena conocer su vida. Fue una vida en que imitó los 30 años de trabajo de Jesús de Nazaret, quizá impulsada por
la formación que recibió sobre la santificación del trabajo y de la vida ordinaria, procedente de
S. Josemaría Escrivá y de la doctrina del concilio Vaticano II. Podía decir como Guadalupe Ortiz de Landázuri que será beatificada el 18 de este mes : "Quisiera que el Señor estuviera contento y no pensar más que en Él".
Quinita no vivía si no estaba haciendo algo, quería
trabajar aun en sus últimos años en que estaba muy limitada.
A ella le pedían que rezara por las vocaciones. Le daban
nombres concretos y se alegraba de los progresos de los que conocía. Otras posibles
vocaciones como la de sacerdotes, las
encomendaba en general sin saber nombres, pero lo tomaba con mucho interés.
El cansancio de la
enfermedad lo llevaba con paciencia y esfuerzo. Recibió la Santa Unción junto
con su hermano ya enfermo y sin ninguna dificultad. Después fue recibiendo la
comunión una vez por semana, a veces con gran esfuerzo de su parte porque no
podía más.
Sus últimas palabras fueron tal vez estas: Mañana es el día de la madre. Y en ese día de la madre se fue al Cielo.
Es fácil imaginar que allí le estarían esperando su madre
y la Ss. Virgen, madre nuestra. Entraría a ver a Dios cara a cara, bien acompañada y cantando el Hosanna con
todos.
La gran noticia de la fe se resume en estos tres puntos:
Dios existe, Dios nos ama y un día le veremos cara a cara. Eso llenó de sentido
la vida de Quinita.
Como Dios da el ciento por uno supongo que le recibirían en
el cielo con muchas flores, pues Quinita facilitó hermosas flores,
especialmente camelias, de su huerta para muchos sagrarios,
cuando se lo
pedían.
También soy testigo directo de que cuando fue el funeral
de su hermano D. Alejandro, pidió al cantor que se cantara una salve, cosa que
se hizo justo al momento de la sepultura cuando comenzaba a desaparecer de
nuestra vista. Fue una buena idea y un momento emocionante en que también le poníamos en las
dulces manos de María.
Sus devociones fueron sólidas, la Virgen, San José, el ángel
de la guarda, el Papa y la Eucaristía. Con esa magnífica compañía podía afrontar
cualquier dificultad y conseguir las metas que se propusiera en su vida.
Hay un icono del Juicio final en donde aparecen las almas
vestidas con túnicas blancas dispuestas a entrar en la Jerusalén celeste y la
Virgen, rodeada de centros de flores, a la puerta del
Cielo, aguardándonos. Eso es lo que nos espera.
La túnica blanca representa el alma limpia y en gracia.
Grande fue el ejemplo de Quinita, pero de todos modos recemos por
ella y ofrezcamos algún trabajo o algún sacrificio, no sea que la dejemos sola y
sin nuestra ayuda. A ella también nos encomendamos.
V. Sánchez
Párroco de S. Cayetano
Muchas gracias por esas sentidas, y sé que sinceras, palabras sobre mi madre. Y gracias también por el apoyo y el consuelo que le ofreciste, tanto a ella como a mi tío Alejandro, siempre con cariño y afecto. Ahora ellos nos esperarán cuando a nosotros nos toque hacer ese último viaje que, algún día, todos tendremos que hacer hacia la morada final.
ResponderEliminarAsí es Quinita, siempre la tendré en mi corazón, magnífica mujer, muy generosa, hacendosa, alegre, joven en su hacer, entrañable. Un abrazo grande a sus hijos.
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